“Mi vida no ha estado nada mal”

El último día de mi vida: José Sacristán

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Venancio, su padre, le metió en la Institución Sindical de Formación Profesional Virgen de la Paloma en la Dehesa de la Villa para que fuera alguien de provecho. Por la mañana estudiaba cultura general y por la tarde un oficio: carpintería, forja, electricidad...Pero cuando le preguntaban, él, hijo de una familia campesina, siempre escribía que quería ser artista. Entonces llamaban a Venancio. “Y mi padre decía: ‘¿Qué hago yo ahora? ¿Lo mato?’”. José Sacristán (Chinchón, Madrid, 1937) está orgulloso del niño que fue y lo repite una y otra vez a quien le escucha.

–Veo en él una perspicacia para entender que lo que a él le pasaba no lo iban a entender los que más le querían. Veo la decisión de tirar adelante por un camino lleno de dificultades. Veo a un crío decidido a llevar a cabo su sueño.

–Ese niño que fue usted ha recordado en algunas ocasiones que vio muertes terribles, como la de su hermana, que falleció a los 46 años. Era diez años más joven que usted, ¿qué sintió?

–La reacción a la brutalidad de la muerte de mi hermana fue de rabia, odio, cólera. La pena de una vida truncada. Como decía César Vallejo, hay golpes en la vida tan fuertes como del odio de Dios. Fue la rabia, pero lo que fue intolerable para mí fue la muerte de mi madre. Cuando le dimos tierra me tuvieron que sujetar. Me tiré al hoyo. Me quería ir con ella.

Porque Nati, su madre, tenía 77 años cuando se fue y una forma de querer entenderle y seguirle desde la complicidad... “Yo podía contarle cosas”, ­recuerda. “Los viejos”, como José Sacristán llama a sus padres, fueron muy atentos porque ­murieron en días de descanso para que no faltase al trabajo.

–Sí, esto para los viejos era fundamental. Mi padre era de la idea de que, a partir del trabajo bien hecho, uno podía hacer lo que fuera, hasta la re­volución, y mi madre, igual. Pero primero, el trabajo bien hecho. Por ahí creo que la izquierda y la clase trabajadora pierden a veces el depósito moral que les corresponde y la cagan.

Lleva más de 60 años en la profesión, intercambiando vivencias con los personajes de los que se ha hecho cargo. Le hubiera gustado ser D’Artagnan, Robin de los Bosques, el Cisne Negro o el hombre de Laramie. Acaba de caer el telón para Muñeca de porcelana, donde ha triunfado dando a vida a un ser siniestro que denuncia a quienes supuesta o aparentemente se consideran modelos que seguir y no lo son tanto.

José Sacristán no tiene miedo a la muerte, sino a la decrepitud. “Le tengo miedo a cuando la madre naturaleza se pone hija de puta y te humilla”, dice. No cree que haya nada más allá de la vida porque sospecha que Dios no existe, y si existe, añade, “no tiene perdón de Dios. Es posible que haya algo, pero en el supuesto de que lo haya, a mí me va a oír cuando suba, si es que subo”.

–¿Qué es la vida para usted? ¿Cómo hay que vivirla?

–Como la vivo yo es maravilloso. Esto de andar a los 80 jugando a hacer que los demás crean que soy el que no soy y además vengan a verte es maravilloso. Si no, estaría en un manicomio, en un sanatorio o en la cárcel. La vida es, y perdón por la pedantería, una pasión inútil, como decía Sartre. Vamos pues a aprovechar lo que tiene de pasión sabiendo de la inutilidad de todo esto.

Demos utilidad a lo inútil.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Procuraría, no sé, tratar de ponerme a bien con aquellos a quienes estimo, aprecio y quiero. Procuraría dejar constancia de que me importa el afecto. Trataría de manifestar, de decir a la gente de mi alrededor, que la quiero.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Me hubiera gustado ser director de orquesta. Me hubiera gustado ser Carlos Kleiber, pero ya efectivamente no tengo ningún tiempo.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Sed buenos, como decía Antonio Machado con la muerte de Giner de los Ríos. Sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Recordarles que la necedad es homicida, como decía Albert Camus.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Ha sido una vida que no ha estado mal; no ha estado nada mal.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De haber cuidado el respeto a mí mismo, en especial al crío que fui.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Arrepentirme con mayúsculas, no. He cometido errores, pero los asumo. Incorporo mis equivocaciones, incluso las reivindico.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

No sabría decirlo. El mejor es una suma. Creo que todos coinciden como una mirada en el espejo por la mañana y reconocerme en el idiota, el genio, el tonto, o lo que soy. En reconocerme en lo que soy. Este soy yo, sí. Pues bien.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Una tortilla de ajos tiernos.

9. ¿Se iría a dormir?

No, vería una película. Alguna de Buster Keaton, creo.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Como he cumplido 80, a veces pienso en él. Hasta aquí hemos llegado.

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