"Igual aún tengo tiempo de ser pastor trashumante"

El último día de mi vida: Manolo García

Vertical

A los 13 años se dijo a sí mismo que quería ser músico. Vocación temprana que despertó gracias a sus padrinos, que le llevaban al cine. La semilla germinó con las películas de Antonio Molina. Y lo es, aunque también compositor y pintor. El exlíder o colíder de Los Burros y El Último de la Fila cumple este año ­veinte en solitario. Manolo García (Barcelona, 1955) es un chico de barrio, del barcelonés Poblenou, que busca esa pequeña cosa que le salva el día: una charla agradable o una mirada cómplice; un abrazo, un libro o ese paseo por un paisaje de naturaleza límpida. La felicidad, sostiene, consiste en encontrar la calma.

–Yo la encuentro pintando, porque me abstraigo del mundo, me quedo en mí, sin divagar, sin desperdiciar la energía en pensamientos que vagan hacia lo absurdo, lo inútil. Y también caminando, nunca por ciudad; si puede ser por un campo que desconozca, porque sorprende.

Y calma es lo que le ha dado su séptimo disco, Geometría del rayo, en el que busca el apaciguamiento y la convivencia con esa madre Tierra a la que estamos maltratando. En el álbum reivindica un drástico cambio en nuestra relación con el planeta. Odia y le molesta la obra humana mal pensada, como la sobredosis de señales de tráfico o de polígonos. “¡Qué poco poético es todo!”, juzga.

Quizás por sus veraneos de la infancia en Albacete, con sus abuelos y primos, reivindica desde joven el respeto a la naturaleza y vivir conforme a las estaciones, “y no al hilo de las vacaciones y el calendario laboral”. El tiempo está siempre presente en sus canciones porque no hay que desperdiciarlo y aboga por volver de vez en cuando a la antigua Grecia: democracia, ágora, asambleas públicas (recuerda ilusionado el 15-M y sus plazas) la filosofía, las humanidades...

–¿Cómo hay que vivir la vida?

–Sencillamente, con plenitud y la consciencia de que estamos vivos. A veces se nos escapa. Recuerdo aquella estupenda frase, creo que de John Lennon: “La vida es aquello que pasa mientras hacemos planes”. Hay que vivir el instante, este sería mi consejo.

Daría la vida por un hermano, ve la muerte como un profundo sueño y una paz absoluta, pero es supersticioso y no le gusta hablar de ella.

–¿Le tiene miedo?

–Mira, yo tengo una imagen de los documentales que a veces vemos en la tele. El hervíboro, ante la cercanía de los predadores, sigue pastando. Hasta que es estrictamente necesario no tiene miedo e intenta salir del brete. Cuando llegue el momento pondré mi energía para intentar salvarme y, si no queda más remedio, sonreiré, espero.

–¿En qué personaje histórico le gustaría reencarnarse?

–En Jesucristo, pero sin crucifixión, no me gusta la sangre. Versión vida longeva, mesurada y sabia para adoctrinar al mundo; todo dicho con humor.

–¿Cree en su ideario?

–Absolutamente. Desde echar a los mercaderes del templo hasta los milagros. Es un personaje que me fascina, me subyuga.

Amaos los unos a los otros.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Me fabricaría una imagen de película. Caminaría hacia el horizonte por praderas de pasto alto mecido por el viento.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Nunca se sabe. Igual aún tengo tiempo. Ser pastor trashumante.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Aún no lo he pensado porque pienso estar aquí mucho más tiempo. Y estando aquí lanzo una frase del libro Hacia la sobriedad feliz, del escritor Pierre Rabhi: “No sólo importa qué planeta dejamos a nuestros hijos, sino también qué hijos dejamos a nuestro planeta”.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Es.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De mi tenacidad y de mi ausencia de malas intenciones. He cometido errores como todo el mundo, pero nunca he tenido malas intenciones, nunca he tenido saña. Estoy orgulloso de no haber sido nunca consciente de estar haciendo daño a alguien o hacerlo aposta.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Yo he hecho mi propio acto de contrición y yo creo que con creces he intentado compensar en caso de haber sido consciente de lo que había hecho no era ­correcto.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Mi infancia. Toda mi infancia. No un instante, un fogonazo, un chispazo que tienes en la memoria. Toda ella, tengo la sensación de que mi infancia fue absolutamente feliz.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Lo tengo clarísimo, anchoas con tomate y una cerveza, sólo una.

9. ¿Se iría a dormir?

Para qué, ya habría tiempo. O no tiempo.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Prosigan sin mí. Sólo es un rasguño.

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