El último día de mi vida: "Me hubiera gustado pintar"

Mauro Colagreco

Vertical

Hizo un intento fallido de estudiar Ciencias Económicas pero lo dejó con veinte años. Siempre tuvo pasión por la cocina, pero nunca pensó en dedicarse a ella. Pese a ello se apuntó a una escuela y, después de un año de estudios y pasantías en diversos restaurantes de Buenos Aires, comenzó a interiorizar el oficio. Abandonó su país en el 2001 y viajó a Francia con la intención de pasar un par de años... hasta hoy. Mauro Colagreco (La Plata, 1976) abrió en el 2006 el restaurante Mirazur, situado en Menton, justo el último pueblo de la Costa Azul y a escasos metros del puesto transfronterizo con Italia. Tiene tres estrellas Michelín y lidera la lista de The World's 50 Best Restaurants. Pero el camino no fue de rosas. Estuvo a punto de abandonar la profesión porque tenía muchas dudas y el París que le recibió no era fácil para un joven que había dejado en Argentina a su familia, no nadaba en la abundancia y pasaba maratonianas jornadas como ayudante de cocina. Ironías de la vida, quiso arrojar la toalla ofreciéndose como inspector de la guía Michelín, pero fue rechazado, y ahora es el primer extranjero que tiene la tercera estrella en Francia. Por eso, Mauro Colagreco cree en el destino.

El suicidio del chef Bernard Loiseau, uno de sus maestros, le hace vivir con los pies puestos en la tierra. Un suceso que recuerda con frecuencia: “Fue terrible, puso en perspectiva mi trabajo. Me prometí trabajar por el placer que este trabajo, esta pasión, me da. No para el juicio de las guías. Dar y darse placer cocinando, esta es mi filosofía”.

Mauro Colagreco es una persona emotiva, de lágrima fácil, que se emociona y a la que le gusta emocionarse y que, a veces, se quiebra de emoción, como ocurrió cuando nacieron sus hijos Lucca y Valentin o recibió la tercera estrella. Y que sostiene que lo que no mata fortalece.

–¿Qué le mata al chef?

–Me produce una enorme tristeza la capacidad de autodestrucción de nuestra especie, el maltrato hacia nuestra madre tierra, que es nuestro sostén fundamental, la cantidad de especies que día a día desaparecen para siempre y con ellas la pérdida de todo un patrimonio biológico, cultural y social que está en relación.

–¿Y qué le fortalece?

–El amor de mi familia y mis seres queridos, las personas que, día a día y en distintos ámbitos, trabajan con amor y con una conciencia lúcida sobre el poder que tienen nuestras acciones y elecciones cotidianas; me inspiran las personas que están visionando y trabajando por otros modos respetuosos de lo viviente.

Dice que la vida es la “concretización de una posibilidad, que hay que vivivirla con agradecimiento y la daría por sus hijos. ¿Y la muerte?

–Todos experimentamos a diario la muerte. La muerte no es algo que le ocurre a los otros, forma parte de los ciclos en los que estamos inmersos. En nuestros cuerpos a diario hay células que mueren y células nuevas. Si estamos atentos a la naturaleza, si tenemos la suerte de tener un jardín, de cultivar un huerto, podemos ver que la vida y la muerte son indisociables, forman parte de los ciclos de lo viviente. El problema es que en la cultura en la que estamos inmersos, la muerte es tabú, es una cultura ciega a los ciclos de la vida, con una visión absolutamente negativa sobre la muerte, el envejecimiento, la decadencia. Es necesario volver a incorporar la muerte en el ciclo de lo viviente.

No hay muerte sin vida, y no hay vida sin muerte.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Con mis hijos en algún lugar de la naturaleza y disfrutando cada momento con mi familia.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Pintar.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Ser felices y disfrutar de la vida.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

¡Maravillosa, llena de sorpresas, felicidad y alegría!

5. ¿De qué está más orgulloso?

De mis hijos.

6. ¿Se arrepiente de algo?

No, de nada.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

El día en que nacieron mis hijos.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Los productos de mi jardín, un buen queso de las montañas detrás de mi restaurante, un buen aceite de oliva y pescado fresco del mediterráneo.

9. ¿Se iría a dormir?

No.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Padre enamorado de su familia y perdidamente enamorado de la vida.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...