"Falta reflexión, signo de nuestro tiempo"

M.Barroso

Guionista, productor y director, con tres Goya en su haber, Mariano Barroso (Barcelona, 1959) ha regresado a televisión con la exitosa 'El día de mañana' y prepara una serie sobre el origen de ETA. El actual presidente de la Academia del Cine Español elogia la salud de este arte en España, a una semana de la gala, que este año se celebra en Sevilla.

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Tan sólo unos días separan al actual presidente de la Academia de Cine, el cineasta Mariano Barroso, de la anual prueba de fuego a la que han de someterse cuantos han ostentado ese cargo: la gala de los Goya, diana de críticas no siempre injustas. Se le reprocha de todo: desde su carácter reivindicativo hasta su apariencia lujosa pese a que incluso los trajes que se lucen sean prestados. Barroso, que tiene tres Goya en su haber –como director novel por Mi hermano del alma, como guionista de Todas las mujeres y como parte del conjunto de cineastas al frente del documental Invisibles– y ha realizado películas del calado de Éxtasis o Los lobos de Washington, aprovecha la charla con Magazine para hacer balance del año en el cine español. Un 2018 que lo ha devuelto personalmente a primera línea gracias al éxito de la miniserie televisiva El día de mañana, fresco ­lleno de aristas de los años sesenta en Barcelona, donde nació hace 59 años. Y lo hace desde su despacho en la sede de la institución en la zona noble de la capital y donde comparte tabique con el presidente del PP, Pablo Casado. “Ya le he dicho que ande con cuidado, que se oye todo”, comenta entre risas este grandullón de gesto serio, con aureola de perfeccionista y sonrisa más fácil de lo que se cree.

¿Desea quitarse la espinita del año pasado, en que la gala fue muy criticada?

El pasado ya fue. Este año todo va a ser diferente, empezando por la ubicación. Celebrar los Goya en Madrid parece que era un problema para todo el mundo, y los que se ofrecieron no han cumplido. Y, de pronto, vas a Sevilla y es un paseo. Están deseando que lo hagamos allí y todo son facilidades, así que nos vamos donde nos quieren. Además va a tener un aire de rodaje en exteriores, de excursión, muy refrescante. Con Andreu Buenafuente y Silvia Abril al frente, queremos reivindicar el cine como algo lúdico, y los derechos legítimos de quienes hacemos cine. Que se vea que no somos marcianos, vaya. Y por supuesto, festejar la conexión con nuestro público. Pero vamos, aunque salgan mal las galas, a la marca Goya se la ve fuerte.

¿Cómo está el cine español?

El balance es bueno en cuanto a cifras, y han debutado un buen puñado de cineastas jóvenes, la presencia femenina está claramente en alza y parece que estamos algo más en calma que de costumbre. Por todo eso, este año nos gustaría celebrar y no tanto subrayar lo negativo en la gala, porque bastantes líos tiene ya la gente, que un día le dicen que le van a devolver dinero de la hipoteca y al siguiente que no. Los problemas hay que resolverlos en casa, y en la academia estamos en ello.

¿No ve correcto que se utilicen las galas para reivindicar?

Yo lo que creo es que cada uno debe decir lo que le dé la gana. Ha habido situaciones de emergencia nacional, como cuando la guerra de Irak, en las que había que mostrarse en contra de aquello de la mano con el 90% de la población. Lo que ocurre es que el ámbito del cine, y más concretamente de los actores, es más emocional porque esa es la naturaleza de su trabajo. Y lleva consigo la exposición mediática, que les convierte, a veces, en los que hablan por quienes no pueden levantar la voz, y eso tiene su precio. En todo caso, lo que jamás vamos a hacer desde aquí es sugerir lo que se debe decir o lo que no.

“Sobre la libertad de expresión creo que el mismo derecho tiene el que dice ‘me cago en Dios’ que el que suelta que ‘Lorca merece estar muerto’ (...) Yo, cuando es innecesario ofender, elijo no hacerlo”

¿Es consciente de que muchos creadores sienten cada vez más cercenada su libertad artística o de expresión?

El problema con la libertad de expresión siempre es defender que haga uso de ella alguien que no piensa como tú. Es muy fácil estar del lado de los tuyos y muy difícil aceptar, respetar y preservar el derecho del contrario a expresarse libremente aunque te ofenda. Ahí es donde se nos pone a prueba y hay que dar la talla. El mismo derecho tiene el que dice “me cago en Dios” que el que suelta que "Lorca merece estar muerto por maricón". El límite a todo eso lo debe poner uno mismo. En mi caso, cuando es innecesario ofender elijo no hacerlo. Es verdad que, a veces, se hace sin querer. Y también es cierto que hay gente con la piel muy fina.

Pero, al marcar ese límite, ¿no existe el peligro de caer en la autocensura?

Es lo que está ocurriendo. Vivimos malos tiempos para la irreverencia. Primero, porque lo de la corrección política está llegando a límites obsesivos hasta el punto de que nunca sabes cuándo metes la pata; sólo la concentración precisa para no hacerlo debería ser un trabajo remunerado. Y por otro lado, nunca hubo tantos altavoces como con las redes sociales. La rebeldía es esencial para mostrar esta sociedad desde diversos prismas que pueden ser molestos, como muestran algunos creadores con todo el derecho.

¿Se enfrentaba con estas cosas cuando dirigió hace más de 25 años su primer largometraje?

Para nada. Era un tipo convencido de que cuando lograra hacer mi primera película se iban a terminar todos mis problemas, ignorante de que era justo lo contrario: que acababan de empezar, porque me convertí en adicto y ya no he querido hacer otra cosa. Tenía una ambición mal colocada en el sentido de que era capaz de pasar por encima de todo lo que hubiera a mi alrededor con tal de llevarla a cabo, Y quería a tal actor y no paraba hasta convencerlo… Ahora ya no me cruzo Madrid para pedirle a alguien que por favor haga mi película. Mira, si no quiere, no quiere. Siempre hay que asumir las renuncias como parte del viaje.

¿Alguna vez ha logrado retratar a un personaje con tal profundidad que no le haya quedado nada por contar?

En las series he encontrado la horma de mi zapato, porque se adaptan muy bien al despliegue de los personajes y manda menos la trama que en una película. Tienes espacio para desarrollarlos y darles varias capas de pintura. La mayoría de los personajes son infinitos. Encierran todas las posibles tendencias del individuo; todos tenemos los mismos objetivos en la vida: el poder, el dinero, el amor, el sexo, el cariño… Y lo único que nos diferencia es en qué orden colocamos las prioridades. Lo que sí he logrado con varios actores –con Bardem, Ernesto Alterio, Eduard Fernández– es que suene ese clic que hace que se transformen en otro ente, con un comportamiento, ética y moral diferentes y únicos. Ahí es cuando piensas: “Lo he logrado; he llegado al fondo”, pero en lugar de dejarlo estar lo que te apetece es hacer cien capítulos más. Suena enfermizo, lo sé.

“En la academia tenemos de todo, desde el que quiere encerrarse en su castillo y que no entre nadie al que aboga por buscar cómo coexistir conla televisión. Yo soy partidario de esto”

¿La televisión es enemiga o aliada natural del cine?

Creo que todavía la repercusión del cine, cuando una película va bien, no es comparable a la de la televisión, pero no queda mucho para que eso deje de ser así. Decía Jean Renoir que no nos queda más remedio que sumergirnos en el infierno del mundo nuevo. Mis recuerdos son cinematográficos: de tardes inolvidables, de Fellini y de Truffaut, pero eso es otra época. Hay un debate, con la llegada de las plataformas digitales, sobre la ficción audiovisual. El espectador de cierta edad va abandonando las salas, y a los jóvenes, la comodidad de ver ciertos productos en casa les convence. En la academia tenemos de todo. Desde el recalcitrante que quiere encerrarse en el castillo y que no entre nadie a llevarse lo poco o mucho que tengamos, hasta gente que aboga por abrir puertas y ventanas a la televisión porque si no nos va a comer y por buscar formas de colaboración para la coexistencia. Yo soy partidario de esto; de la vanguardia y de la evolución, porque a pesar de que este edificio parece un ministerio, queremos que no sea un lugar estático e inamovible. La academia debe ser mucho más que una gala de entrega de premios anual. Hacemos mesas redondas, proyectamos películas no siempre asequibles…

Últimamente han realizado jornadas con Saura, Cuerda y otros grandes como eje central. ¿No es triste la discriminación por edad que sufren?

Desgraciadamente ese desdén por la experiencia de los mayores está presente en todos los ámbitos de la sociedad. No sólo es una pena; es una ofensa a nuestra historia que estos señores que tienen un espíritu que para mí lo quisiera se vean alejados de su profesión, pero con lo complicado que es hallar financiación, los productores quieren rentabilidad y buscan a un público al que, supuestamente, llegan los cineastas jóvenes con más facilidad. Es un círculo muy diabólico.

¿Por eso hay tantas comedias y thrillers últimamente en nuestro cine?

Son los géneros que prefieren los jóvenes y con un potencial de espectadores más amplio. Las televisiones convencionales apoyan este tipo de películas más comerciales ya que están obligadas a producir cine porque tienen una concesión pública que les beneficia en muchos aspectos, a pesar de que alguna reiteradamente protesta por ese compromiso.

“El desdén por la experiencia de los mayores es general. (...) En cine se busca la rentabilidad y un público al que se supone que llegan más los directores jóvenes. Es un círculo diabólico”

¿A pesar del rendimiento que obtienen en taquilla, al que hay que sumar el de sus emisiones por televisión?

No se entiende muy bien la queja. Bien es verdad que ahora se han visto sorprendidas por la irrupción de las plataformas, que realizan productos mucho más arriesgados con gran éxito y que andan removiéndolo todo. Ha crecido enormemente el número de espectadores que no ven la televisión al uso, sólo el cinco por ciento de la audiencia ve las series en el horario de emisión prefijado, el resto lo hace bajo demanda… Y aquí vamos siempre con algunos años de retraso con respecto a otros. Lo que vale para hoy ya no vale para mañana.

La tendencia del cine en este año pasa por la calle. Por tratar la corrupción, la desigualdad entre géneros… ¿Hacía falta poner los pies en el suelo?

Los que ahora son mayores no iban a las salas para ver las miserias del día a día sino el amor y el lujo inalcanzable. Y tiene que existir ese cine de la ilusión, pero también ese otro que mete la cámara en lo cotidiano por tremendo que sea. Y aquí, por razones obvias, eso hacía falta. Ahí está ese auge imparable del documental, por ejemplo. Es muy interesante todo lo que está pasando.

“Ahora manejas un dron y tú solito puedes montar unos planos alucinantes. Eso tiene su parte sana, democrática, pero peligra la ceremonia del cine, el encuentro entre profesionales”

Además ahora cualquiera que tenga un móvil puede ser, o aspirar a ser, director de cine…

Es la democratización del cine. Ya no se circunscribe a una élite ni hacen falta dos millones de euros para hacer una película. Ahora aprendes a manejar un dron y tú solito te puedes montar unos planos alucinantes con una calidad increíble. Esto tiene su parte sana, pero también, como decía Scorsese, se corre el peligro de que se pierda la parte más sagrada que tiene el cine en cuanto a ceremonia, a lugar de encuentro entre profesionales creativos.

Como profesor, ¿cómo ve a las nuevas generaciones?

Hay talento y energía y gente que saben convencer de que lo que tienen entre manos es la bomba. Pero, por otro lado, tienen –tenemos– tal exceso de oferta que no queda espacio para la reflexión; para hablar y analizar las películas que nos impactan. No es posible cuando tenemos otro porrón de películas y series esperando. La no reflexión, por falta de tiempo, se ha convertido en el signo de nuestro tiempo.

Tras la buena acogida de El día de mañana, ¿a qué sabe el éxito a estas alturas de la carrera?

La academia me dio el Goya con mi primera película y pensé, ingenuo, que me iban a llover, vamos. Luego hice Éxtasis, de la que estoy muy orgulloso, y no obtuve ningún reconocimiento, y he hecho varias después que han pasado bastante inadvertidas. Pero no te puedes quedar ahí pillado. Hay que ir a por la siguiente. Y te haces mayor y te vas vacunando y concentrando en disfrutar del trabajo con los compañeros, y el concepto de éxito va perdiendo interés. No hay nada mejor que tomarte un vino con el equipo después de un día de rodaje en el que todo ha ido bien.

Se reencontró con Barcelona, donde nació y donde ha trabajado con cierta constancia. ¿Cómo ha encontrado las cosas?

Hay una cosa que no deja de sorprenderme, más allá de cómo me ha afectado en lo particular, en las relaciones con amigos y con gente muy cercana. Me deja perplejo cómo se desvía el conflicto. No es la mitad independentista de Catalunya la que tiene que resolver los problemas con el resto del Estado: su interlocutor principal es esa otra mitad larga de Catalunya que no lo es. ¿Por qué los que no quieren la independencia no parecen pintar nada en esto cuando están diciendo “estamos aquí y queremos participar en lo que está ocurriendo”? Se está buscando una solución allí donde no se debe porque no está. Básicamente hay que dejar de mirar hacia afuera porque el problema está en casa. Y los políticos tienen que entenderse. Esa es su obligación y su responsabilidad.

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