"Envejecer no tiene nada de bueno"

Grandinetti

Tiene las piernas tan largas que, sentado, se le embarullan. Igual para compensar la claridad y la mesura con que expresa sus reflexiones sobre el estado de las cosas. No le toquen el fútbol, que ahí ya se muestra menos comedido. Darío Grandinetti nació en Rosario, Argentina, hace 60 años y lleva un centenar de seres en la mochila creados a medias con Subiela, en aquella inolvidable El lado oscuro del corazón, con Almodóvar, en Julieta o Hable con ella, con Chávarri, que le puso a hacer de Gardel, y con tantos otros. Estos días presenta dos trabajos procedentes de sus caladeros favoritos. Rojo, por la que logró la Concha de Plata al mejor actor en el último festival de San Sebastián, fresco en forma de filme de suspense de aquella Argentina oscura de los años setenta, llega en breve a las salas españolas. Hierro, rodada en la isla canaria de las carreteras solitarias y las verdades bajo la alfombra, se ha convertido en la teleserie de la que todo el mundo habla. Su tándem con Candela Peña –ella, juez cabreada con la vida, él, turbio sospechoso de asesinato– es imbatible.

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Hay un personaje más en la serie que es la propia isla del Hierro…

Es verdad que, en muchos casos, el lugar donde se desarrollan las historias marca completamente el tono de la narración. En este caso ya se escribió el guion con ese escenario en mente. Es una isla en la que todos o son familia o amigos o enemigos. No hay nadie anónimo, lo que hace que el ambiente esté enrarecido y sea opresivo, que es una de las señas de identidad de la serie. Como no conocía el lugar me fui quince días antes de comenzar a rodar a hacerme con el entorno y aprender a limpiar las ramas de las plataneras, por ejemplo. Cosas que mi personaje sabe y yo, por tanto, necesitaba saber.

¿Es actor puntilloso?

Responsable, en realidad. Soy un poco obsesivo con algunas cosas, pero perfeccionista no creo. Como actor me considero fundamentalmente intuitivo y, en un punto, no demasiado original.

Dice Almodóvar que con usted “menos es más”…

Es un placer para mí trabajar con él. Nos llevamos bien, sé que confía en mí y eso es muy importante para un actor. Siempre me decía “con esa nariz que tienes no sé cómo le gustas a las mujeres”. Me ha dado hombres con una masculinidad nada frecuente. Hombres que lloran…

“La derecha, en casi todos los países, intenta gastar lo menos posible en salud, educación... Quiere cuadrar los números, aunque con ello deje a parte de la población bajo mínimos”

Para no considerarse un actor original lleva más de cien personajes a las espaldas…

El tiempo pasó; empecé hace mucho. Pero cuando digo que no soy muy original es porque veo a veces interpretaciones de compañeros y pienso “Mirá éste desde qué ángulo abordó el personaje”. Algún buen papel dejé escapar porque no me pareció interesante y cuando lo vi hecho por otro me quedé pasmado porque nunca se me habría ocurrido llevarlo por el camino por el que él lo hizo andar. Y lo clavó.

¿Es de los que piensan cada cosa dos veces?

Dos son pocas en mi caso. La intuición está bien. A veces a la tercera página del libreto ya sabes que no. Pero cuando un personaje o una historia te resuenan es que vamos por buen camino. Si empiezas a leer y quieres saber cómo termina aquello es que está pasando lo que tiene que pasar.

Dice que no es un actor vocacional…

No en los términos en los que escucho a algunos colegas hablar de esto. A mí me llevó a clases de teatro una amiga a empujones porque había pocos hombres en el curso y les costaba mucho montar funciones con personajes masculinos. Y me gustó mucho. Tanto que en el momento en que tuve la posibilidad de tomarme en serio ser futbolista profesional, que fue lo que siempre quise, ya me había decantado hacia la interpretación porque encima del escenario me pasaban cosas que me gustaban mucho. Pero de chaval nunca me veía como actor. Y luego claro, a los 18 haciendo teatro me acostaba tarde, salía de copas, fumaba… La vida de futbolista es mucho más exigente y yo no estaba entonces por la labor supongo. Por eso el día que tenía que ir con mi padre a firmar para empezar a jugar en un club no aparecí.

¿Cómo fue su día de debut profesional?

En un serial de televisión, Señorita Andrea, a los 20. Me recuerdo pensando que lo que creí que sería inalcanzable estaba ocurriendo. Jamás imaginé lo que vendría detrás. No he sido de tener ambiciones muy concretas. Me conformaba con crecer a partir de eso, tener trabajo y vivir dignamente.

¿Cuáles de esas mañas que aprenden los actores al hacer televisión todavía utiliza?

Ahí a lo que se acostumbra es a resolver por los tiempos tan cortos de grabación. Si adquieres ese vicio y no te lo despegas acabas haciendo todo el rato lo mismo y es muy peligroso. Tiene de bueno que te aclimatas a cualquier entorno enseguida, pero lo otro no es bueno. Prefiero hacer otro tipo de trabajos, como Hierro que, aun siendo para televisión no tiene esa celeridad; en ese sentido es como si fuera cine.

¿Cómo le gusta ser dirigido?

Me gusta el trabajo en equipo con el director; el ir de la mano. Y creo mucho en las cosas que pasan en el momento, recibiendo la influencia del lugar en que ruedas y la energía del compañero al que tienes que escuchar para darle la réplica con sentido. Para eso me sirve su mirada, su tono, el frío, el calor. Me gusta llegar sabiendo cuál es la situación y qué es lo que voy a hacer. Pocas veces es así. Interpretar es algo vivo porque hasta que no se está en ello no se sabe qué va a pasar.

“No me angustia lograr ser la mejor versión de mí mismo. Llevo 40 años engañando a la gente. La mejor versión no llegará nunca y no pasaré la vida esperando”

Participó de aquella explosión de hace algún tiempo que convirtió en internacional al cine argentino. ¿Qué ha quedado de aquello?

La prueba de que el apoyo del Estado para el cine y la cultura en general es imprescindible. Al cine argentino le fue muy bien cuando fue protegido pero en cuanto llega la derecha todo se restringe otra vez y aquel nuevo cine que nacía tras años de dictadura y conectaba con el público se ha resentido mucho desde entonces. En Argentina apenas se rueda. Eso se va a notar en los próximos años cuando desaparezcamos del panorama internacional, aunque luego este mismo gobierno, que ni siquiera se molesta en hacer cumplir la ley del Cine, sea el primero en pavonearse cuando se gana algún galardón en un festival internacional. Pero hemos retrocedido en campos esenciales; por ejemplo la sanidad no tiene ministerio. Sólo tiene rango de secretaría de Estado, como la cultura.

¿Y qué hacen todos aquellos talentos que surgieron de aquel momento de ebullición?

Resistir, quejarse, sufrir, militar, opinar. Hay a quien le molesta que los actores digamos lo que pensamos, pero lo vamos a seguir haciendo porque tenemos derecho y obligación de defender nuestro trabajo y la cultura de nuestros países; queremos contar nosotros nuestras historias.

Opine pues. ¿Que un país con tanta riqueza tenga tantos problemas económicos tiene explicación?

Simplificando, sí. En Argentina, como en tantos lugares, hay una gran oligarquía terrateniente a la que no le importa el otro, y fomenta una enorme desigualdad social. Además una gran parte de la sociedad aspira a formar parte de esa élite sin darse cuenta de que no les van a dejar entrar ahí en la puta vida. Pero piensan que también les favorecen a ellos las decisiones que el gobierno lleve adelante para proteger a esa oligarquía. La derecha dice lo mismo en todos los lados, los medios de prensa influyen en todas partes, en casi todos los países intentan gastar lo menos posible en salud pública, en educación, en viviendas sociales; quieren que los números cierren y muchos pensamos que los números no tienen que cerrar a costa de dejar a parte de la población fuera del sistema o bajo mínimos.

¿Cree que en Argentina se han acostumbrado a vivir en crisis?

No lo creo. Estuvimos viviendo 12 años con problemas, pero la gente podía llenar la heladera e incluso irse de vacaciones con un sueldo. Pero la derecha no podía consentir que un trabajador pudiera vacacionar o tener un coche o salir a cenar como si fuera uno de ellos. Aceptó que se lo arrebataran y votaron al gobierno actual aunque ahora tengan que vender el auto para poder comer. Me pregunto por qué.

Pero usted siempre dice que el ciudadano no debe aberrar de la clase política…

Si decimos eso de: “estoy harto de ellos y no quiero saber más” les dejamos las manos libres. Intuyo que es lo que quieren. Aquí también estoy muy al tanto de todo lo que está pasando. No quieren a los políticos, pero no todos son sinónimo de corrupción. Esa dejadez del ciudadano hace que aparezcan estos que no sabemos ni que son –políticos desde luego, no–, y que en nombre de la gente tiran frases vacías de contenidos que hay quien curiosamente les compra. Se sube el salario mínimo y ellos dicen que se van a perder miles de puestos de trabajo, pero no explican por qué. Se demuestra que es mentira pero nadie rectifica. Y yo me pregunto si no es bueno que una mayor cantidad de personas tengan algo más de holgura para poder consumir. ¿No es esa la cadena del capitalismo que defienden? ¿Son estúpidos?

¿Es capaz de sustraerse a la crispación que retrataba una de sus películas recientes –Relatos salvajes–, o le cuesta dar lugar a la poesía que había en la que le dio a conocer: El lado oscuro del corazón?

Y curiosamente, esa película se estrenó en pleno menemismo, que era otro neoliberal como el de ahora; de los de sálvese quien pueda. Y triunfó la poesía; halló su lugar. Relatos salvajes lo tenía más fácil porque hemos construido una sociedad tan incómoda y poco solidaria que muestra sus grietas en todos los países. Uno nunca sabe qué va a triunfar, si no los cines y los teatros estarían llenos. En cuanto a mí, prefiero la poesía, pero no se escapa que vivimos rodeados de frustración.

“Envejecer no tiene nada de bueno. Da vértigo, no sabes más, no te equivocas menos. (...) Además, el sistema quiere jóvenes que cuenten historias para jóvenes y actores que sean ‘influencers’”

¿Cree que, en cierto modo, el consejo para mejorar la vida que antes se encontraba en libros, canciones, cine o teatro ahora se busca en las redes sociales?

Sí, las famosas frasecitas de autoayuda. Es como hacer la revolución en los bares. No soy muy afecto. Son redes que bien usadas ayudan a comunicarse pero veo ahí también un alto porcentaje de exhibicionismo y de necesidad de mostrar que se tiene una vida interesante. Tiene algo de neurosis social que muestra hacia dónde estamos yendo.

Hay prestigiosos psicólogos que afirman que gran parte de la infelicidad actual la genera el empeño en ser perfectos, cuando el ser humano, en esencia, no lo es…

Es cierto. Se nos exige ser delgaditos, guapos, con buena ropa, buen coche….

Vamos más allá: nos exigimos atender cada empeño de los hijos por pueril que sea, nos preocupamos de que los padres estén siempre atendidos, no vayan a decir. De llamar a los amigos…

¿Hacer lo que corresponde más por el orgullo de ser perfectos que por cariño o responsabilidad? En muchos casos puede ser así. Mi suerte es que no me angustia ser “la mejor versión” de mí mismo. Llevo 40 años engañando a la gente. La mejor versión no llegará y no me voy a pasar la vida buscando el momento perfecto. Decía Alfredo Alcón que, cuando llega, te das cuenta cinco minutos después de que haya pasado.

Es el único actor argentino ganador de un Emmy por su papel de taxista xenófobo en la serie Televisión para la inclusión, de corte social. Se escuchan voces que se justifican en el temor a que vengan los de la tribu de al lado a quintarnos lo nuestro.

Ese pensamiento proviene de la derecha, que siempre debe crearse un enemigo al que combatir para que se hable de eso y no de su falta de empatía y sus manejos para sostener sus privilegios. En todo el mundo el emigrante viene a hacer el trabajo que el local no quiere hacer. Créame, nadie se mueve de casa si vive cómodo. ¿Nadie se pregunta de qué huyen esos refugiados que llegan a Europa en condiciones lamentables y por qué se arriesgan para ser recibidos con hostilidad? No sé cuándo perdimos la conciencia. Al menos ustedes aquí lograron frenar a la ultraderecha…

Acaba de entrar en los 60. ¿A qué le teme?

A pensar que el tiempo se acorta. Da algo de vértigo. Envejecer no tiene nada de bueno. Piensas que eso en lo que erraste ya no te va a volver a pasar pero es mentira. No sabes más; no te equivocas menos. Y de pronto un día notas ese deseo de descartar todo lo que suene a mayor en la sociedad. El trato que se da a las actrices maduras es muy grave. No alcanza con que sean talentosas, deben ser eternamente atractivas y jóvenes. También es un desperdicio de valía que a tantos directores de edad con un bagaje de experiencia increíble no se les permita rodar. Pero el sistema quiere jóvenes para contar historias para jóvenes y actores/influencers con muchos seguidores en las redes que vendan el producto.

¿Se resiente la autoestima?

No. La tengo bien y el ego no necesito que me acompañe en el camino. Estoy conforme conmigo como actor; no he sido capaz de hacerlo mejor. No he sido maltratado en mi trabajo; incluso me dieron el premio al ­mejor actor del festival de San Sebastián, que es muy halagador, pero al día siguiente hay que salir a buscar laburo y tienes que revalidarte y aprender todo el tiempo. En mi trabajo lo mejor y lo peor van de la mano…

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