"Ahora da miedo opinar"

Jane Birkin

Icono de los setenta, Jane Birkin ha encarnado un centenar de personajes como actriz y a sus 72 años sigue como cantante en activo. Pero siempre será la musa del polifacético Serge Gainsbourg, compañero de vida durante doce años e inspiración de un legado que ella evoca en una gira de conciertos.

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Luce a menudo su amplia sonrisa, que convierte en carcajada cuando atisba que la entrevista está acabando y quedará liberada del diálogo impuesto. Pero la actriz y cantante británica (y con nacionalidad francesa), de 72 años, también es mujer de lágrimas, cuando surge en la conversación la muerte de su hija mayor, Kate Barry, fotógrafa, al caer de una ventana, mientras era tratada de una depresión. Luz y sombra. La vida. La Birkin fue belleza de rasgo enorme, espíritu libre, e ícono de aires renovados, primero en el Swinging Londres del pop y después en el París de aquel mayo que, de algún modo, lo cambió todo.

Como actriz ha interpretado cerca de un centenar de personajes, aunque “sólo salvaría, como mucho, diez” y está muy orgullosa –“y aliviada también”– de no haber aparecido jamás por Hollywood. De La miel que rodó en España con Pedro Masó en los setenta y que nunca vio, sólo recuerda que “la ropa que me pusieron la habían hecho para la actriz a la que sustituí y me quedaba fatal”. Y aparece la carcajada. Por su voz han pasado cientos de canciones, pero se queda “con una decena y prácticamente todas las escribió él”. Fue la musa de Serge Gainsbourg. El compositor inclasificable. El cineasta insólito. El actor de labios cortados y mirada turbia. Su compañero de vida por más que la pareja más cool de la Europa de los setenta se rompiera hace más de 30 años, 11 antes de la muerte de él, apenas aterrizado en la sesentena.

La mayoría de esas canciones están presentes en los recitales en formato sinfónico que le sirven estos días para recordarlo y pasearse por al menos un par de continentes, haciendo escala en varias plazas del país en los próximos días: en las madrileñas Noches del Botánico el próximo día 17 y en el Festival de San Javier, en Murcia el 31 de este mismo mes. Y cada vez que las canta, aparecen las lágrimas.

¿Ofrece el legado de Gainsbourg en formato sinfónico para mantenerlo vigente?

Por supuesto, pero se ha convertido en una permanente sorpresa para mí porque, en realidad, solo se iban a realizar dos conciertos en Canadá en un festival. La respuesta fue tan increíble que accedimos a ir a Hong Kong otras dos noches y así llevamos dos años, de un lugar a otro del mundo. No se me ocurre nada mejor para que permanezca vivo su enorme talento.

“Los años sesenta y setenta fueron muy importantes en cuanto a ruptura de tabúes, pero lo vivíamos desde el prisma de la juventud y la diversión. De la libertad que gozábamos me doy cuenta ahora”

Falleció hace 28 años pero su nombre sigue muy ligado al suyo. ¿Para siempre?

Compuso algunas de las canciones más hermosas y libres de la música francesa contemporánea y forman parte de nuestra cultura. Muchas de ellas las escribió para mí y sus palabras me han acompañado siempre. Cuando llegó la separación, quedó un enorme cariño y él continuó componiendo para “su cantante”; para mí. Me daba textos sobre cosas suyas muy personales para que las interpretase yo, que es algo muy curioso, psicológicamente hablando. Y además teníamos una maravillosa vida privada totalmente pública porque todo el mundo hablaba de ella. Hicimos varias películas, interpretamos a dúo el famoso y polémico Je t'aime moi non plus…

¿Qué significa formar parte de esa pareja que simboliza aún hoy una época de libertad, desinhibición y ruptura de tabúes?

Entonces no lo percibía así. Los sesenta y los setenta fueron décadas muy importantes en cuanto a todo eso, pero se recibía y se expresaba desde el prisma de la juventud y la diversión. Fueron años fundamentalmente festivos y alegres, aunque viviéramos momentos tristes, inquietantes y quién sabe si peligrosos. De la libertad de la que gozamos y que mostrábamos sin pudor para que se contagiara al resto de la gente, me doy cuenta ahora…

¿Ahora que vuelve a estar en peligro, al menos en algunos aspectos?

Si se refiere, en concreto, a la libertad de expresión, siempre lo ha estado para los que hemos querido hacer llegar un mensaje diferente. Con algunas canciones de Serge sobre la guerra o la injusticia, muchas personas se echaban las manos a la cabeza. Ahora da miedo hablar y opinar. Si minimizas la expresión en unos pocos caracteres en la red es muy fácil que sea manipulada o malinterpretada. Es un mundo reducido a una frase y todo parece formulado para ser importante cuando no lo es. Quiero decir lo que pienso pero no tengo forma de saberlo todo, ni creo obligatorio tener una opinión sobre todo, aunque es esencial estar bien informado. Si no, puede ocurrir como en Inglaterra con el Brexit.

¿Se imagina lo que se habría organizado si hubiese aparecido ahora esa canción en estos tiempos de redes sociales en los que todo el mundo se ofende por algo?

No creo que nos hubiera importado lo más mínimo, como ocurrió entonces, pero hubiera dado que hablar. Claro que sí.

“No creo que sea obligatorio tener una opinión sobre todos los temas. Pero sí es esencial estar bien informado. Si no, puede ocurrir como en Inglaterra con el Brexit”

¿Qué cree que le debe al Je t’aime?

Bueno, yo no era una gran actriz ni una gran cantante, pero Serge era un gran escritor y esa canción, la hubiera hecho con Bardot como estaba previsto, o conmigo como acabó siendo, hubiera sido un éxito. No tengo mucho que decir sobre mí como artista en esos días. Era una niña que había actuado en un musical en Londres y poco más. No había nada especial en mí, aparte de ser guapa. Fue un buen trampolín.

¿La escucha alguna vez?

Nunca. Pero ni esta ni ninguna de mis canciones una vez terminadas. No le tengo una manía especial.

Volviendo al asunto de las libertades. ¿Cómo valora el auge de la ultraderecha en Europa?

Es una de las cosas que más me preocupan, sobre todo viendo el éxito de Marie Le Pen en las elecciones. Creo que se le ha dedicado poco tiempo a explicar todo lo positivo que ofrece formar una unidad en Europa frente al poderío de Estados Unidos o China. Mucha gente, tal y como avisaban, no ha ido a votar en Francia. Han pensado que no iba con ellos. Los nacionalistas sí y en los asuntos en los que nos jugamos la libertad y el futuro no hay que dar nada por hecho. El otro día me decía un taxista que la Unión Europea hace reglas sobre cosas que no se entienden, que en ese parlamento no hay más que gente privilegiada viendo cómo se reparte el dinero de aquí y de allá. Está claro que esto hay que explicarlo mejor.

Ustedes, los franceses, llegaron a las elecciones un tanto tocados tras los movimientos de protesta recientes…

Sí. Lo de los chalecos amarillos ha generado mucha controversia. Al principio podíamos entender lo que hacían porque nadie les escuchaba, ni tenía en cuenta que la subida del precio de las tasas sobre el petróleo les abocaba a tener aún menos oportunidades de enderezar su maltrecha economía. Pedían una bajada de impuestos porque no podían llegar a fin de mes y tenían que recorrer varios kilómetros para ir a los supermercados más baratos y como eso no es justo lograron organizarse y hacerse visibles. Ahora ya están en posición de dialogar con el Gobierno. Pues que lo hagan unos y otros, porque las oportunidades hay que aprovecharlas. Es urgente. Al final no se puede hacer otra cosa más que esperar que se imponga el sentido común. Pero ya sabemos que, a menudo, no es así.

“Yo no era una gran actriz ni cantante, pero Serge ya era un gran escritor y su canción ‘Je t’aime...’ hubiera sido un éxito, conmigo o sin mí”

En las canciones de Gainsbourg el amor o el desamor eran el eje central. Ahora, ¿esos sentimientos siguen siendo esenciales en su vida o los han sustituido otros?

El amor no entiende de edades. Es el eje de la vida de todos y no solo el amor sino cuanto tiene que ver con él; la separación y el dolor también. Las mejores canciones han sido escritas sobre el amor.

Había una gran diferencia de edad y de experiencias entre ustedes. ¿Aun así fue una relación igualitaria?

Lo fue, pero de las de entonces. Le admiraba igual que admiraba a John Barry, que fue mi primer marido. Él era un músico en alza en los sesenta, muy popular por su banda sonora de James Bond, pero yo también estaba creciendo como artista. Serge y yo nos respetábamos y teníamos una conjunción artística tremenda. Pero si vives con alguien que es como Picasso, por lógica, inspirarás parte de su obra. Eso también es reciprocidad. Yo le acompañé hasta que la vida cambió, despegó mi carrera y tuve una hija con una nueva pareja, pero él seguía enviándome material para que lo cantase. Ahí podríamos decir que las posiciones variaron. Las relaciones maduran y cambian.

¿Cómo valora la lucha por la igualdad que se manifiesta con firmeza en la actualidad?

Bueno, puedo verla día a día en mis hijas (Lou Doillon y Charlotte Gainsbourg) aunque, como son artistas, viven en un universo que tiende a ser igualitario. Esto es algo que ha llegado de forma natural y el cambio está siendo vertiginoso. Porque no se trata sólo de dinero. Se trata de respeto. No tiene que ver con los días de mi juventud en los que casarse y tener hijos era la aspiración generalizada. Para aspirar a otra cosa tenías que ser realmente brillante o ser actriz, usted me entiende. Es importante que estemos más cerca de ser consideradas iguales; tampoco superiores, pero sobre todo a los niños y a las niñas ya se les educa de otra manera; eso es lo más importante. El cambio de mentalidad es enorme. Incluso para las que ya somos mayores. A lo mejor es sólo una impresión mía pero creo que ese dejar de lado a las actrices maduras y esa invisibilidad en general de la mujer de edad, también se está modificando.

"Es importante que estemos más cerca de ser consideradas iguales, tampoco superiores. A los niños y niñas ya se les educa distinto. El cambio de mentalidad es enorme. Incluso la invisibilidad de la mujer de edad se está modificando"

Tras cincuenta años en activo, cuando mira hacia atrás, ¿le gusta lo que ve?

En el trabajo, quizá. Sigo viajando, ofreciendo conciertos, grabando álbumes. Cuando comencé en el teatro, que se ha convertido en una pasión, ya tenía cuarenta años. Había dejado de ser aquella niña. Desde entonces creo que he sabido aprovechar las oportunidades. En lo personal… bueno, cuando mi hija mayor Kate falleció tan joven (murió al precipitarse por una ventana mientras estaba en tratamiento por depresión a los 46 años) enfermé de tristeza y paré todo de forma radical durante mucho tiempo. Hasta que me obligué a encontrar cosas nuevas, diferentes caminos de expresión. Gracias a la curiosidad, el entusiasmo ha vuelto de una forma natural. Pero a veces me noto muy cansada.

¿Cómo se lleva con la Jane Birkin actual?

Realmente no lo sé. (Risas) Hay días que bien y otros que no. Supongo que más o menos como todos. Pero soy afortunada por estar viva.

¿Cómo le gustaría ser recordada y cómo cree que lo será en realidad?

Me gustaría que se me recordara por esas dos películas que he escrito en las que quise expresar la dificultad real cuando se quiere ser madre y artista a la vez. Ojalá alguien encuentre esos guiones dentro de 20 años en un arcón y decida filmarlos. Pero parece que se acordarán más de aquella chica de los pantalones anchos que es tuvo tan de moda en los setenta, al lado de aquel señor tan impredecible, que escandalizaron a medio mundo y que le prestó su apellido a un bolso que, al final, fue más famoso que ella misma. Espero que, al menos, la canción vaya por delante del bolso…

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