“Una fetua hoy sería más peligrosa”

Salman Rushdie

Salman Rushdie lleva ya 20 años sin protección policial y casi una década volcado en la ficción, tras exorcizar en sus memorias los años negros de la fetua, la condena a muerte que le lanzó el ayatolá Jomeini en 1989 tras la ira de muchos musulmanes por su novela Los versos satánicos. Ahora publica La decadencia de Nerón Golden (Seix Barral), donde la fascinación de un cineasta por una misteriosa familia de Bombay que se instala en Nueva York le sirve para retratar con acidez y toques esperpénticos los Estados Unidos que van de Obama a Trump.

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El novelista que ha conocido a más políticos y habitado más domicilios; que asegura que debería escribir una novela de James Bond porque conoce bien las dependencias del MI5 (el Servicio de Inteligencia del Reino Unido para asuntos internos); que fue nombrado comandante de la Orden de las Artes y las Letras francesa y presidió el Pen Club de Estados Unidos; que es amigo íntimo de Bono, el cantante de U2, e hizo un cameo en una película de Bridget Jones; que ha aunado como nadie estrellato literario, compromiso político y celebridad pop, este novelista, entra en la sala de juntas de la agencia literaria Andrew Wylie de Nueva York escoltado por el jefe del negocio. A Salman Rushdie (Bombay, 1947), casado en cuatro ocasiones, le gusta bromear con que Wylie, alias el Chacal, es “la relación más duradera de mi vida”, al llevar tres décadas representándole.

En tiempos de infausto recuerdo, el escritor habría sido escoltado por policías y al periodista se le habría investigado y solicitado el DNI. Hoy, en cambio, el autor de Hijos de la medianoche ha llegado solo a la cita en el lower Manhattan –vive relativamente cerca– y el entrevistador no ha tenido que mostrar más que su preferencia por el café sobre el té.

En La decadencia de Nerón Golden abandona la fantasía y el desparrame imaginativo que habían marcado sus últimas novelas.

Quise intentar algo nuevo, más apegado a la tierra y con mayores dosis de humor. Me había hartado de trucos y esencias del realismo mágico. Creo que con mi anterior novela, Dos años, ocho meses y veintiocho noches, toqué techo en lo concerniente a este tipo de recursos. En aquel momento, en el 2015, era lo que necesitaba (mitos, ciencia ficción, ¡superhéroes!) ya que venía de escribir mis memorias, Joseph Anton (el nombre que usaba cuando vivía huyendo de la fetua), donde los hechos y el yo lo absorbían todo. Pero al acabar sentí que había agotado esa vía. Ha supuesto una gran alegría descubrir que con 70 años uno no sólo puede tomar nuevos caminos literarios sino conseguir ir a mejor con ellos, al menos así es como me siento.

“La identidad es ‘el’ tema. Todo el mundo reflexiona y debate sobre él. Lo más interesante es ver lo polisémico y flexible que es el concepto, desde India, EE.UU. o con el Brexit”

La identidad es un tema troncal de la novela, el cómo buscamos definirnos y el modo en que esta percepción propia a veces choca con la que los otros tienen de nosotros. Llega a incluir un Museo de la Identidad en la trama. ¿Qué le sedujo más del tema?

Bueno, la identidad es el tema. Todo el mundo reflexiona y debate sobre él. Hoy despierta una suerte de obsesión colectiva, por lo que me extraña que no existan museos dedicados al tema. Lo más interesante, sin embargo, es ver lo polisémico y flexible que es el concepto. En India la identidad se asocia con la religión, por lo que es un elemento sectario y vinculado a los choques ente hindúes y musulmanes. En Estados Unidos es una cuestión puramente de género. En Inglaterra se fundamenta en ideas históricas y políticas; lo hemos visto con el Brexit y el interés de algunos por creer en una edad dorada en la que la identidad inglesa precedió a la europea.

El gran Gatsby de Francis ­Scott Fitzgerald revolotea por su novela. No sólo se cita en varias ocasiones sino que tiene concomitancias en aspectos como el punto de vista. ¿Quería homenajearlo?

No sé si iría tan lejos. Hay paralelismos a nivel genérico –el tema de la reinvención del individuo, la incapacidad del dinero para hacer realidad nuestro sueños más profundos…– pero Nerón no es Gatsby ni René es Nick. También se pone mucho el acento en que el libro es una sátira política, pero yo lo veo sobre todo como la historia de una familia.

En el libro incluye un trasunto de Trump que guarda muchas similitudes con el Joker.

A la figura de Trump sólo te puedes acercar desde un ángulo grotesco. Es un individuo tan insustancial y hueco que no soportaría ninguna descripción fiel a su esencia. Eso sí, igual que el Joker, es un maestro jugando a las cartas.

La novela estaba tan apegada a la actualidad política estadounidense en el momento de escribirse que, de haber sido otro el desenlace electoral, tendría que haber reescrito una parte.

Es cierto, pero una muy pequeña. Y honestamente, hubiera preferido equivocarme. No podemos obviar el hecho que muchos de los males que trae Trump ya estaban latentes en la sociedad, quizá un nuevo mandato demócrata los hubiese mantenido amortiguados más tiempo, pero a la larga habrían acabado estallando igual. Habría sido preferible que nos fijáramos mucho antes en estos problemas que rasgarnos luego las vestiduras con la llegada al poder de la persona que los encarna. Hay mucho racismo y mucha misoginia circulando por el sistema sanguíneo del país, por lo que la idea de seguir teniendo a un negro de presidente o abrirle las puertas al cargo a una mujer era intolerable para millones y millones de personas.

“Hay mucho racismo y misoginia en EE.UU.; seguir teniendo a un negro de presidente o a una mujer en el cargo era intolerable para millones de personas”

No ha vuelto a asomarse por Twitter precisamente desde el día de las elecciones presidenciales, cuando antes se mostraba muy activo.

En un primer momento me inflamó el ego porque no tardé en llegar al millón de seguidores. Sin embargo, luego comprobé que era una cifra de seguidores miserable en comparación con intelectuales de verdad como Kim Kardashian o Justin Bieber y me deprimí. No, en serio, al final descubrí que era demasiado tóxico y que lo más sano era poner distancia.

Hace unos años trabajó para la cadena Showtime en los guiones de una serie televisiva de ciencia ficción que finalmente no vio la luz. ¿Fue un golpe duro, sobre todo viendo el nivel de calidad de tantos productos televisivos recientes?

Me apenó, sin duda, pero cuando uno se mete en proyectos así ya sabe que todo es muy frágil y que son tantas las variables en juego que las posibilidades de que se alineen en tu favor la cuota mínima para cantar victoria son bajísimas. De todos modos, reciclé parte del material en una novela y he escrito otra. En mi horizonte inmediato no hay nuevas ideas para una serie de televisión, aunque uno nunca sabe lo que puede pasar. También he de decir que sólo enciendo la tele para ver noticias y late shows de humor.

¿Los días de temer por su vida quedaron atrás del todo? ¿Puede afirmarse que lleva una vida normal?

Completamente. Han transcurrido dos décadas desde que se decidió que ya no era necesario rodearme de medidas de seguridad. La normalidad impera en mi vida.

De todos modos, hace unos años su nombre apareció en una lista de personas amenazadas por Al Qaeda.

No hay que darle más importancia. Hace mucho tiempo que este tema es agua pasada. Los ojos del mundo están sobre otros asuntos.

El auge del terror islámico en los últimos años ¿habría jugado a su favor en términos de respaldo político y solidaridad internacional de haberse proclamado hoy la fetua?

En absoluto. Una fetua hoy sería mucho más peligrosa. Con la tecnología actual y la facilidad con que las emociones se inflaman por internet, habría recibido muchos ataques públicos y ello habría debilitado el apoyo de los políticos.

“Twitter me inflamó el ego al llegar al millón de seguidores. Luego vi que era una cifra miserable en comparación con intelectuales de verdad como Kim Kardashian o Bieber”

Ha declarado que es el novelista que ha estrechado más manos de políticos. ¿No se sintió utilizado? ¿No le incomodaba que probablemente muchos sólo quisieran salir en la foto?

Al principio de la fetua fue todo lo contrario, me veían como a un apestado, era la lepra con piernas para los políticos. A medida que cambió la dirección del viento pasaron de no querer saber nada de mí a interesarse por mi suerte. Quizá sí que me instrumentalizaran en algunos casos pero, francamente, yo estaba a favor de cualquier cosa que favoreciera a mi situación. La mediocridad, eso sí, era la nota predominante entre los políticos.

La negativa de algunos intelectuales a condenar los asesinatos de la plantilla de la revista francesa Charlie Hebdo le hizo perder algún amigo entre la comunidad literaria, entre ellos Peter Carey y Michael Ondaatje.

Me produjo una inmensa tristeza y preocupación comprobar que incluso la izquierda teóricamente más progresista estaba a favor del apaciguamiento. Y, en efecto, hay algunos colegas escritores con los que tenía muy buena relación y de los que no he vuelto a tener noticias.

Me imagino que el Brexit ­también le habrá disgustado.

Es terrible. Me jactaba de conocer Gran Bretaña, pero este revés me ha hecho reconsiderarlo. Lo más preocupante es que con el Brexit se ha dado alas a la extrema derecha. Un ejemplo, por lo que me cuentan algunos amigos que viven en Inglaterra, es que las muestras de desprecio hacia los inmigrantes se han multiplicado de una forma alarmante.

Ha establecido alianzas creativas con muy diversos artistas: U2, Anish Kapoor, Francesco Clemente, Deepa Metha… ¿Cuáles fueron particularmente estimulantes?

Siempre es divertido interactuar con otros artistas pues te lleva a lugares inesperados, te refresca, te saca de la rutina... Quizá me quedaría con los cameos que he realizado en varias películas. Durante mis años universitarios participé muy activamente en una compañía teatral y consideré la posibilidad de ser actor hasta que debí aceptar que no poseía el menor talento. Ver cómo U2 tocaba una canción mía (The Ground Beneath Her Feet) también ­supuso una enorme satisfacción. Todavía sigo siendo muy buen amigo de Bono y The Edge.

“Lo más preocupante es que con el Brexit se ha dado alas a la extrema derecha. Las muestras de desprecio hacia los inmigrantes se han multiplicado de una forma alarmante”

¿Cómo fue crecer como único hijo varón en una familia numerosa?

Si los chicos ya cuentan de por sí con privilegios en la sociedad hindú, imagínese disfrutar de las atenciones y mimos de tres hermanas. Tuve una infancia muy protegida y feliz. Vivíamos en medio de la ciudad pero a su vez aislados porque nuestra calle era sin salida, rodeada de jardines. Jugar ahí es el primer recuerdo que acude a mi cabeza cuando pienso en mi niñez.

Su padre no quería que se dedicara a las letras.

Él esperaba que estudiara Económicas. Al principio incluso se resistió a la idea de que cursara Historia en Cambridge. Era de la vieja escuela; si un trabajo no reportaba dinero, ¿para qué servía? Pasó de preocuparle qué pensarían sus amigos si se enteraban que le había salido un hijo “artista” a oír cómo sus amigos le felicitaban tras el éxito de Hijos de la medianoche.

¿Le expresó su satisfacción?

Nunca de viva voz pero, poco antes de morir, me escribió una carta en la que quedaba clara la atención que había prestado a mis libros. Me conmovió hasta las lágrimas. A día de hoy sigo llevando conmigo la carta cuando salgo de viaje.

¿Y cómo es su relación con sus hijos?

Mantenemos una relación excelente, lo que me llena de orgullo. Habría que preguntarles a ellos si he sido un buen padre, pero tengo la tranquilidad de haber estado siempre a su lado. Uno de ellos es pintor y disc-jockey, y el otro está casado con una cantante de ópera, por lo que sospecho que algo hice por contagiarles el interés artístico. Si a esto le añadimos que tengo una sobrina que es concertista de piano, a los genes Rushdie no se les puede reprochar falta de músculo creativo.

¿Qué recuerdos guarda de sus años como redactor publicitario para la agencia Ogilvy & Mather?

La publicidad me enseñó disciplina y a medir la cantidad de palabras. Me enorgullece poder afirmar que siempre he cumplido con un plazo de entrega. A mí la inspiración siempre me coge con el mono de trabajo puesto. La publicidad también me dejó muchas anécdotas. Uno de mis primeros encargos fue promocionar el turismo en Estados Unidos. ¿El problema? Que jamás había puesto un pie ahí. Tuve que repartirme el país con un compañero. Por fortuna, él quería naturaleza y grandes paisajes por lo que yo pude quedarme con lo que más me interesaba: las ciudades. En poco tiempo peiné las más significativas: Nueva York, Los Ángeles, Chicago, San Francisco… La megaúrbe siempre ha sido mi principal fuente de inspiración literaria. Necesito el hervidero de gente y de historias que uno encuentra en Bombay, Londres o Nueva York. Dame dos personajes en un pueblecito y me ahogo.

Esto explicará también que lleve dos décadas instalado en Nueva York.

Me encanta que en ella confluya todo tipo de gente. Y, por qué no decirlo, me gusta que sea el tipo de ciudad donde los hijos de Trump son abucheados cuando entran en un restaurante. ¿Sabía que el presidente no ha pernoctado una sola noche en Nueva York desde que llegó a la Casa Blanca? Forzosamente esto debe de significar algo.

Tiene muy buenos amigos entre la comunidad de escritores neoyorquinos, caso de Paul Auster o Don DeLillo. ¿Frecuenta la vida literaria?

¡En absoluto! Detesto ir a las presentaciones de libros, ni siquiera a las de los amigos. Ya nos encargamos de quedar para comer. Hay algo extraño y perverso en un acto que gira sobre un libro que nadie ha leído.

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