“Lamento mi egoísmo con las chicas cuando tenía 20 años”

El último día de mi vida: Antony Beevor

Vertical

ILUSTRACIÓN: ORIOL MALET

Fue un estudiante tirando a mediocre que aprobaba con dificultades. Quizá por ello, cuando dejó los estudios, se alistó y sirvió en el 11.º Regimiento de Húsares, el mismo que luchó contra Napoleón en Waterloo. Fue oficial durante cinco años, pero se aburría y empezó a escribir novelas. Antony Beevor (Londres, 1946) dejó el ejército y hoy es un historiador, y sus libros sobre la Segunda Guerra Mundial son best sellers.

Stalingrado, Berlín, Día D. La batalla de Normandía, La Segunda Guerra Mundial, ahora Arhem, la batalla por los puentes... Ha escrito e investigado sobre la muerte en los campos de batalla. ¿Qué ha concluido sobre ella? ¿Y sobre el ser humano?

–La muerte y la supervivencia es un loco juego de azar en la guerra. Todo es completamente impredecible. Así es el ser humano. Sale lo mejor y lo peor de las personas, y a menudo pueden ser totalmente diferentes a como eran antes de la guerra. Uno podría encontrar en los países ocupados a tenderos corruptos salvando a judíos y a progresistas bienpensantes traicionándolos.

Beevor ha pasado cuarenta años, más de la mitad de su vida, en la Segunda Guerra Mundial. ¿Ha aprendido algo el ser humano de ella?

–Bismarck dijo que lo único que aprendemos de la historia es que nadie aprende de la historia. No es verdad. La historia no es un mecanismo predictivo y nunca es una guía fiable para el futuro. Pero seríamos estúpidos si no aprendiéramos de los errores del pasado. En uno de sus momentos más irritantes, Bismarck dijo: “Sólo un tonto aprende de sus errores. Yo aprendo de otras personas”.

Recuerda que Goebbels se dio cuenta de que para deshumanizar al enemigo, el odio no era suficiente. El miedo, añade Beeevor, es más peligroso. ¿Tiene miedo a la muerte? Pues no, no a la muerte en general, aunque le aterra la inesperada, que ilustra con un ejemplo: que un camión se presente repentinamente frente a él en una autopista. Más agnóstico que ateo, no cree que haya nada más allá de la muerte que el recuerdo que dejas, “por lo que debes hacer todo lo posible para asegurarte de que sea bueno”. La amistad, el respeto y el humor han de presidir, a su juicio, la vida. ¿Darla por alguien?

–Sacrificar tu vida por otra persona generalmente depende del instinto, no de una decisión consciente. Si te paras a pensarlo, nunca lo harías.

Charles-Maurice de Talleyrand-Périgod sería el personaje histórico en el que Antony Beevor se reencarnaría por su ingenio, mente y todas las personas a quienes conoció el sacerdote, político, diplomático y estadista francés.

Talleyrand dejó dicho: “Cuando es urgente, ya es demasiado tarde”.

No espere.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Trataría de dar la mejor fiesta de mi vida para mi familia y amigos íntimos. ¿Por qué deberían tener una buena fiesta en mi funeral sin mí? Pero, por supuesto, deberían tenerla también.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

¡Espero que mis respuestas a todas estas preguntas no se conviertan en una profecía autocumplida! Todavía tengo mucho que hacer y varios libros más por escribir. Mi amado suegro, John Julius Norwich, murió a principios de este año, poco antes de cumplir 89 años, después de haber publicado su último libro. Odiaría morir con un libro a medio terminar. Eso simplemente causaría problemas para otros.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Abandonen el falso optimismo. Navegarán por la vida mucho más fácilmente sobre la base de un pesimismo preventivo alegre. Con esto quiero decir que esperen poco en el camino del éxito, para que siempre queden gratamente sorprendidos.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Increíblemente, y probablemente inmerecidamente, afortunada. He tenido el mayor placer en mi trabajo, la mayor felicidad posible con mi esposa y mis hijos, de quienes estoy muy orgulloso, y amistades enormemente agradables.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De cuando los padres se acercan a mí en una sesión de firmas después de una conferencia o acto para darme las gracias porque uno de mis libros fue el primero serio que leyó su hijo adolescente.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Por supuesto. De mi desconsideración y egoísmo con las chicas cuando era adolescente y tenía 20 años. Parte del problema fue porque me crié sin una hermana, sólo hermanos. Luego fui a escuelas sólo para chicos y, finalmente, pasé cinco años en el ejército. Así que tardé mucho tiempo en madurar lo suficiente como para disfrutar de una verdadera amistad con las mujeres.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Se espera que uno diga que el día de la boda, pero descubrí que pasó en un sueño brumoso y surrealista. Así que creo que el mejor recuerdo fue probablemente cuando volví de un viaje de investigación al Atlántico Sur y mi esposa me recibió en el aeropuerto y me dijo que estaba embarazada. ¡Fue entonces cuando supe que tenía que crecer!

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Esto es maravillosamente morboso. Pero estando seguro de abandonar mi dieta 5:2, y no sintiéndome políticamente correcto, renunciaría a la opción vegetariana y comería foie gras de pato, filete wellington (con trufa y champiñones dentro del hojaldre) y terminaría con una especie de praliné o pastel de almendras y chocolate; todo, por supuesto, acompañado de mis mejores vinos, que no quiero dejarles a mis hijos porque no sabrían apreciarlos tanto como nosotros. Y luego fumaría tantos Gitanes o Ducados como solía hacer en mi juventud.

9. ¿Se iría a dormir?

Sólo si la conversación fuera perdiendo intensidad o se volviera aburrida.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Libró la buena batalla contra los estereotipos y las generalizaciones en la historia.

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