"Dentro de mí estaba el Paraíso"

El último día de mi vida: Javier Cámara

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ILUSTRACIÓN: ORIOL MALET

El sueño que tuvo su padre para él fue su pesadilla. Quería que fuera agricultor, como él, y cuidara de sus fincas de Alberda de Iregua (La Rioja). Se enfadó con su progenitor y se fue del pueblo para conquistar su propio sueño. Cuando lo alcanzó, su padre (“Un ser entrañable, un filósofo de la vida”, describe) había muerto, y Javier Cámara (1967) no pudo demostrarle que lo había logrado. ¿Qué sintió?

–Sentí que Dios no existe. Que los hombres buenos que gozan de la vida son los primeros en irse, y que es muy injusto. Y mi padre sabía disfrutar de la vida.

Javier Cámara hace un punto y aparte, pero sigue respondiendo:

–Y me fui del pueblo porque me enfadé conmigo mismo, ahora lo sé. Y tampoco tenía ningún sueño. Quería irme. Me ahogaba.

Tenía 18 años. Había suspendido COU, no podía hacer Arqueología, que le gustaba, pero sí entrar en la Escuela de Arte Dramático de Madrid, porque pedían sólo segundo de BUP.

Padre de mellizos que nacieron en Estados Unidos en agosto del 2017 gracias a un vientre de alquiler, estrena ahora la serie Vota Juan, donde da vida a Juan Carrasco, un mediocre ministro de Agricultura que aspira a más.

–De mi personaje no saco muchas lecciones, y menos morales. Cree (Juan) que la mediocridad y el poder cuando se juntan son un arma muy peligrosa. A nivel personal he aprendido que cuanto más ensayo mejor me sale. Que el trabajo previo es esencial. Que la energía positiva en el trabajo hace milagros. Que trabajar con gente creativa y feliz me hace disparar mi creatividad y mi felicidad.

En Truman encarnó en el 2015 a Tomás, un profesor de matemáticas de una universidad de Canadá que viaja a Madrid para estar con su amigo Julián (Ricardo Darín), a quien han diagnosticado un cáncer terminal. ¿Cómo ve la muerte?

–Si le digo la verdad, no pienso en ella. Sólo cuando me llama mi madre para decirme que alguien del pueblo ha muerto e intenta infructuosamente (lo lleva haciendo los últimos 30 años) que yo recuerde exactamente quién es. Mi madre es una mujer creyente y tiene toma de tierra. Yo sigo buscando mi tierra.

No le da miedo la muerte, pero sí el sufrimiento. Más allá imagina “un gran oscuro”, donde “no va a haber nadie esperando”. ¿La ha sentido de cerca?

–He visto la muerte de mi padre. Voy a ser más concreto, fui cobarde y puse mil excusas para no verla, esa fue la verdad. Ahora no es que sea más valiente, pero podría ayudar en esos momentos a alguien querido. Aunque, si el que va a morir soy yo, ahí sí que no respondo. Es un misterio para mí.

A Javier Cámara le gusta desaparecer tras los personajes que interpreta, pensar que se convierte en otro. “Y a veces me pasa, y cuando pasa es magia”.

–¿Qué es la vida y cómo hay que vivirla?

–La vida es cuando se para el motor. Cuando hay silencio. O una cierta armonía. La vida es consciencia, darte cuenta de que estás vivo. La putada es que se va muy rápida. Cada vez se acelera más.

Seamos conscientes y saboreemos. Estamos vivos.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

¿Perdón? ¿Mañana?... Joder, pero... ¿Qué ha pasado? ¿Qué me pasa? ¿Enfermedad? ¿Accidente? ¿Ataque de risa? ¿Meteorito?

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Vivir. Más que nunca.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Que se cuiden, que no hagan como yo, que mira como he terminado.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

A veces sigo sin creérmelo. Me dejé llevar en momentos difíciles y salió cara. Además, la angustia no apareció hasta que dejé atrás la inconsciencia. Y he sido muy inconsciente. Eso sí, demasiados años sin darme cuenta de quién era yo. Me va a dar pena no conocerme más porque me muero mañana, pero ahora mismo creo estar en el mejor momento de mi vida. Qué paradoja… precisamente hoy.

5. ¿De qué está más orgulloso?

De haberme dado cuenta un día de que dentro de mi estaba el paraíso.

6. ¿Se arrepiente de algo?

De no haber seguido en terapia. Un día sentí que tenía unas alas enormes, blancas, que nacían detrás, en mi espalda. Sabía desplegarlas, pero no sabía volar. La terapia hizo el resto. Por supuesto, salté. Si me arrepiento de algo, quizás sea de no haber dado más clases de vuelo sin motor.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Se está construyendo cada día. El mejor de mis recuerdos son sus ojos enormes de sorpresa ante una simple hormiga. La caricia de su mano, en la noche, buscando la mía. El recuerdo de que mi cuerpo caliente le templó el invierno. Sus respiraciones.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Lo cocinaría yo. Sería sencillo. Pondría música y encendería velas. Les miraría comer. Nada más.

9. ¿Se iría a dormir?

Antes esperaría a que se durmieran en mis brazos. Y no, no me dormiría. Haría unas llamadas, cortas, eso sí, para dar las gracias y decir te quiero. Ah... por pedir, pediría que lloviera, y cuando aún se sigan oyendo los truenos a lo lejos, saldría a pisar los charcos descalzo, seguro que me echaría a llorar, tranquilo, sosegado; entonces me abrazará por detrás también con sus pies descalzos y me susurrará que todo va a ir bien, y yo sabré que es verdad, y me hará reír diciendo que tengo bastantes películas espantosas (verdad), pero que alguna está bien y que se las irá poniendo con los años. Y lo despediríamos todo como lo empezamos.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Estoy más allá que pacá.

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