“Sobre todo, me hubiera gustado aprender a hablar coreano”

El último día de mi vida: Leticia Dolera

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ILUSTRACIÓN: ORIOL MALET

Fue en la fiesta de fin de rodaje de una película. Ella tenía 18 años cuando, de repente, se le acercó el director y le tocó la teta.

–Pero, tío, ¿qué haces?

–Tocarte la teta.

Lo volvió a hacer, y reivindicó que tenía el derecho a hacerlo, ha recordado ella. Nadie de los que estaban a su alrededor dijo nada. “Lo grave es tanto el tío que lo hace como el resto que calla”, recuerda. Ella se fue a su casa y se lo contó a su madre. Le sugirió denunciarlo, pero ella decidió no hacerlo. Ella es Leticia Dolera (Barcelona, 1981), actriz, guionista, directora, auto­ra de Morder la manzana. La revolución será feminista o no será y una de las caras más visibles del movimiento de las mujeres en España. Su papel en Al salir de clase le dio la primera fama, y Requisitos para ser una persona normal, su primera película como directora, el reconocimiento.

–¡Cómo es Leticia Dolera?

–Uff... Años de trabajo de introspección no se resumen en una línea.

–¿Y qué requisitos se han de tener para ser una persona normal?

–La normalidad no existe. Escriba usted sus propios requisitos cada día.

–¿Qué nos enseña Morder la manzana?

–Que el feminismo es una herramienta política necesaria para transformar la sociedad y construir un mundo más justo e igualitario. Que las mujeres no nos odiamos entre nosotras. Que Freud no tenía ni idea de lo que era un orgasmo clitoriano y que si lo de Eva fue pecado, seremos todas pecadoras orgullosas. Así, muy resumido.

La muerte la conecta con una sensación de irrealidad; “pensar que dependemos del funcionamiento biológico de un cuerpo para poder pensar y sentir me parece ciencia ficción. Se para un órgano y se puede parar todo. Aquí, ahora, mientras lees esto”. Imagina la muerte como un vértigo fuerte y un sueño profundo “donde por lo menos no habrá zascas de Twitter ni columnas dominicales de señoros”.

_¿Le da miedo?

–Sí. Lo desconocido nos suele dar miedo, y creo que no hay nada tan desconocido como la muerte. Bueno, sí, las contraseñas de las veinte aplicaciones que tengo en el móvil y el porqué soy incapaz de poner siempre la misma.

Quiere creer que hay algo más allá, pero en realidad cree que no. No cree en Dios, pero sí en Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, Margaret Atwood, las Pussy Riots, su madre, Ingmar Bergman, Buffy la Cazavampiros y Park Chan-Wook. “¡Ah! Y en que hay vida extraterrestre, por supuesto. Espero que vengan de visita antes de que yo me vaya”.

–¿Qué es la vida para usted y cómo hay que vivirla?

–Respirar, reír, leer, bailar, hablar, follar, comer, intentarlo, equivocarse, acertar, ayudar, crear y mirarse a los ojos.

–¿En qué personaje histórico le gustaría encarnarse?

–Si me dan a elegir, preferiría viajar al futuro antes que al pasado. Pero si tiene que ser pasado, en lugar de un personaje histórico escogería volver a ser yo y, como si esto fuera un libro de “escoge tu propia aventura”, probaría otros caminos, a ver si era verdad eso de que todos los caminos conducen a Roma.

Y se reiría por el camino.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Charlando, comiendo y diciéndole a mucha gente que la quiero. Creo que nos lo decimos poco. A ver si a partir de esta entrevista empiezo a decirlo más.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Estudiar bioquímica. Irme de interraíl. Y sobre todo, aprender a hablar coreano.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se ­quedan?

Que os quiten lo bailao, porque, ¿sabéis qué? Os lo quitan. Así que marcaos tantos bailes como podáis. Con gente maja al lado, mejor.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Privilegiada, intensa y rodeada de buena gente.

5. ¿De qué está más orgullosa?

De los vínculos de amistad que la vida me ha ido trayendo y yo he ido cogiendo al vuelo.

6. ¿Se arrepiente de algo?

De no haber viajado más, de no haber descubierto el feminismo antes, de haberme juzgado demasiadas veces y de no haber aprendido a hacer canelones.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Unas vacaciones en Menorca con mi madre, cenando bocadillos de pan de molde con jamón york en una terraza.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Pizza de masa fina a la leña con mucho queso y tortita casera con crema de chocolate. Pero igual mañana te respondo otra cosa.

9. ¿Se iría a dormir?

Ni hablar.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Lo hice lo mejor que pude y procuré reírme por el camino.

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