"En la otra vida quiero estar en el mar”

El último día de mi vida: Lola Herrera

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ILUSTRACIÓN: ORIOL MALET

Tuvo pánico y horror por la muerte hasta bien entrada la treintena. Le horripilaba saber que iba a dejar este mundo, que iba a estar metida en una cajita y la iban a comer los gusanos. Veía la muerte de niña en su barrio de la Renfe de Valladolid. Lola Herrera (Valladolid, 1935) recuerda cómo en su niñez “venían los coches de caballos a llevarse al muerto, oíamos los llantos de desesperación, los martillazos clavando la tapa de la caja. Esas cosas se quedan para toda la vida”. El terror la persiguió hasta que se puso en manos de una psiquiatra para hacer terapia y librarse de esa guadaña. Lo logró. Pero luego llegó otra terapia que ha marcado su vida, también de luto. Cinco horas con Mario ha sido el monólogo teatral que, desde 1979, la ha identificado con el público. La ha rescatado en varias ocasiones y este año ha empezado una gira de despedida que piensa finalizar en el 2020. Andaba por los 45 cuando la obra de Miguel Delibes llegó a su vida, Lola estableció una asociación con Carmen del Sotillo, la viuda, que enriqueció a ambas.

–¿Qué ocurrió?

–Buscando en el interior de ambas encontré la tristeza de una vida perdida; un desastre de pareja que entra en la monotonía, con sus sueños estrangulados, la soledad y el desamor.

Cuando comenzó a representar la obra, con el ataúd de Mario al lado, veía a su ex, Daniel Dicenta... “Empecé a hacer una catarsis y una terapia terrible, había como flashes de mi vida en momentos determinados que me costó mucho tiempo comunicar porque tuve que asimilar y descubrir lo que me pasaba por dentro y el paralelismo que encontraba con cosas que se decían en la función”, explica.

Ese texto, recuerda hoy, revolucionó su vida, la ordenó y la puso al día en todo lo que estaba pendiente. Carmen, Mentxu como la llama a veces, dio una nueva vida a Lola con la muerte y vela de Mario.

Y la vive tranquila.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría? Es muy difícil ponerse en esa situación, pero vamos, teóricamente, procuraría estar con mi gente y lo más tranquila posible. Sería una despedida guay, no dramática, con una copa de vino y un canto por haber vivido.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Me hubiera gustado mucho ser nadadora, competir en natación o en patinaje artístico. Algo así, algún deporte que cuando lo veo me quedo completamente traspuesta, porque me encanta lo que hacen. El patinaje artístico creo que es una cosa muy sacrificada; me parece una maravilla lo que se puede hacer y cómo se puede volar. Supongo que lo deben de pasar muy mal y muy bien.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Tranquilidad, ganas de levantarse cada vez que se caigan y empujar hacia delante, porque no te queda otra. Buen talante para enfrentar cualquier revés de la vida.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Mi vida ha estado bastante bien. Creo que como son la inmensa mayoría de las vidas de la gente que tiene que luchar para conseguir algo. Hay gente que se encuentra con muchas cosas que les vienen dadas por familia cuando llegan al mundo. A mí me ha venido dado algo muy importante, que son unos genes estupendos, unos recuerdos maravillosos de mi gente, de mis padres. Esa es la herencia que me han dejado, que es maravillosa. Cuando tienes que batallar para sobrevivir, eso te sirve de mucho.

5. ¿De qué está más orgullosa?

De mis hijos, muy orgullosa. Son gente honesta, creativa y son chicos que no han querido aprovecharse de sus apellidos… Han ido por libre cuando sus apellidos (Dicenta Herrera) les hubieran podido facilitar un poco las cosas. Eso es una cosa que sumar a su favor.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Creo que es tonto arrepentirte de los errores que hayas podido cometer porque no sabes si en las mismas circunstancias harías lo mismo. No me viene a la cabeza algo importante por lo que arrepentirme.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Mi infancia. Es uno de los recuerdos de colores con un fondo completamente negro que era la España que teníamos. Pero este fondo importaba poco con relación a todo lo que viví en aquel barrio de Valladolid, el barrio de los renfistas: toda mi familia trabajaba en la Renfe. Fue una época de escasez total, pero también de compartir con la vecindad; era una cosa muy entrañable y muy de verdad. Todos estábamos en la misma situación y las penurias se convertían a veces en fiestas, pero fiestas inolvidables. Yo lo recuerdo como algo absolutamente maravilloso.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

Una cosa discreta. Algo para que me entrase bien. Un vinito de ribera del Duero, de mi tierra, algo así como unas almendras fritas, que me gustan mucho y no las como porque engordan, jamón, aceitunas gordal… Un picoteo que compartir con la gente que me acompañase y a disfrutarlo.

9. ¿Se iría a dormir?

Si estoy en una situación límite, supongo que me dormiría fácilmente, me iría poco a poco; salvo que sea de un infarto no te vas de golpe….Me gustaría que fuese en mi cama y con mi gente cerca. Lo deseo sin grandes tragedias, aceptándolo como una cosa natural e intentando que los demás también lo acepten así. Pero no sé cómo será porque no lo he experimentado nunca.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Que lo pongan los demás. No quiero ser enterrada. Quiero ser incinerada. Y como soy una mujer que no aprendió nunca a nadar y me asusta mucho el agua quiero que por lo menos en la otra vida pueda estar en el mar. Quiero que me lleven a un mar fuerte, del norte.

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