“La figura de Gandhi despierta recelo en India”

Arundhati Roy

Escritora y activista nacida en Shillong (India) en 1951, es una de las voces más combativas de su país y una de las cien personas más influyentes del planeta, según la revista 'Time'. Autora de artículos, ensayos y documentales marcados por denuncias políticas y sociales, publica su segunda novela en 20 años, 'El ministerio de la felicidad suprema' (Anagrama).

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Su novela habla de la lucha por hallar el lugar de uno en el mundo. ¿Sintetiza las ideas que siempre ha defendido?

La sociedad india vive en una retícula muy rígida –de etnia, casta…– de la que apenas un 5% de la población escapa. Con El ministerio… quise fijarme en quienes logran transgredirla. Yo llevo muchos años en esa lucha, junto a mucha gente. Todo esto ha generado en mí capas de sedimentos, y el libro es una forma de sacarlas parcialmente a la luz.

Abundan los personajes que desafían las fronteras personales y geográficas.

El país que se hace llamar India –que sea o no un país es discutible– te impone la asimilación, por lo general con la fuerza militar, una situación que el partido nacionalista hindú en el poder, de ala derecha extrema, ha recrudecido. Esto ha empujado a mucha gente pobre a los cementerios y los ha convertido en guetos donde confluyen los que desean apartarse de lo que se les exige ser. Allí ya no moran los muertos, moran los vivos.

¿Qué gratificaciones vetadas a un ensayo le aporta una novela?

Los escritos políticos son un canal para el intercambio y la discusión de ideas, en cambio una novela implica construir un universo a partir del mundo que te rodea, por el cual invitas al lector a pasear. Hay prospecciones que sólo están al alcance de la ficción. Tomemos Cachemira, por ejemplo, la zona con más densidad de tropas militares del mundo –casi medio millón de soldados patrullando un valle–. El dolor de la población ocupada y el de las fuerzas del orden desplegadas allí sólo es abordable desde la ficción. Igual que lo que implica una sociedad de castas.

¿Cree que algún día llegará a su fin?

Hablamos de un problema muy complejo, ya que no es una injusticia creada por el Estado sino por la propia sociedad, y dentro de esta, no sólo por la élite. Hasta las jerarquías más subterráneas oprimen a las que están por debajo. Al contrario que el clasismo o el racismo, el sistema de castas está imbricado en la religión, y la religión es la columna vertebral de la sociedad.

¿Algún malentendido sobre su país en Occidente que le llame la atención?

Tiene gracia que crean que santificamos a Gandhi cuando despierta muchos recelos, pues apoyaba la segregación racial y de castas. Si hay un retrato que cuelga en cada hogar hindú modesto es el de B.R. Ambedkar, el jurista y político que luchó por la causa de los intocables.

La fama y el dinero que ha obtenido con sus escritos chocan de lleno con los valores que pregona en ellos. ¿Cómo ha lidiado con esta contradicción?

El éxito de El dios de las pequeñas cosas me cogió por sorpresa y me abrumó. Decidí quedarme en mi ciudad y con mi gente. Gracias a mis abogados hallé una fórmula para distribuir los beneficios apoyando causas nobles. Tengo la conciencia bien tranquila.

¿Qué representa Delhi para usted?

Nada me hace más feliz que deambular por ella y mezclarme con la gente. Es un universo fascinante. Y mi escudo; al no estar gobernada por la derecha, ahí estoy segura. En Bangalore es donde matan a escritores y periodistas.

Sus aficiones. 

No las necesito. Escribir, sobre todo ficción, es mi bendición.

Sus escritores de cabecera. 

John Berger y Eduardo Galeano.

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