En el 2014 ganó el ansiado título de coches. Pero la presión no amaina.
La presión es buena, estar nervioso significa que te preparas para hacer algo interesante. El día que no sienta presión tendré que abandonar. Toda mi vida he corrido para ganar. El problema es cuando la presión deriva en pánico.
¿Cómo gestionó interiormente el fracaso del 2015, cuando el coche se averió sin remedio sólo empezar?
Es tan fuerte lo que pasó, tras tantos meses de preparación, que no me lo creía. Estaba enfadado conmigo mismo por no enfadarme. Vino tan de repente que no estaba ni nervioso. Cambié el chip y miré hacia delante. Si no, me hubiese quedado horas fustigándome. Hay que mirar al presente y al futuro; el pasado no lo podemos cambiar. Si me hubiera quedado llorando, ¿se hubiera arreglado el coche? Pues dejémoslo.
Tras dos décadas compitiendo, ¿qué le mantiene al día y con esas ganas?
Sobre todo, disfrutar y valorar mucho la suerte de tener esta vida. No me puedo quejar de nada. A esto ayuda el haber empezado tarde. Mi hijo de siete años tiene una moto de motocross, y estoy seguro de que no lo valorará igual que yo, porque me costó mucho tener la primera y competir. Por eso considero que tengo mucha suerte por ganarme la vida con algo que me divierte. Esto hace que mantenga esa intensidad.
¿Qué aconsejaría a los jóvenes que quieren ser pilotos?
Lo que les digo a mis hijos, que si crees en algo, pruébalo y trabaja por ello. En el deporte, el trabajo o los estudios. Si quieres ser bueno en algo, prepárate. El problema es que hoy los jóvenes se creen que las cosas son fáciles de lograr.
¿Se ha perdido el valor del esfuerzo?
Sí, sin duda. El sufrimiento es necesario para lograr objetivos; mucha gente no es consciente del inmenso trabajo que hay tras los entrenamientos y sólo se fijan cuando subes al podio. Además, las redes sociales contribuyen a que todo parezca mucho más sencillo.
¿Qué es lo más relevante que ha aprendido del mundo del motor?
A creer en ti mismo y tirar siempre hacia adelante, entonces todo llega.
El mejor medio de transporte.
El coche, aunque el más genial es el avión, que te permite despegar una noche en Madrid y despertarte a las ocho de la mañana en Buenos Aires. Lo malo es que me da miedo volar.
¿Qué le gusta hacer en sus ratos libres?
Tengo pocos, porque vivimos en una casa de payés, con lo cual siempre hay trabajo. Echo la siesta y luego ya me activo para lo que queda del día. Pero si tengo algo de tiempo libre, me gusta ver una película en casa con los niños.
Un lugar donde perderse.
El desierto.
Su plato preferido.
¡Me gusta mucho la carne! Pero, por suerte, vivimos en un país con un abanico enorme de posibilidades culinarias. Me gusta comer bien, pero, por encima de todo, la comida casera.°
Le irrita perder el tiempo...
En los semáforos y en el tráfico. ¡Es un drama!
El mejor momento del día
La mañana, justo al despertar. Y el desayuno, por supuesto