“El mecenazgo, ayudar a un artista con talento, es algo que ya no se da”

Escritor milanés de 1951, criado en Suiza y afincado en Barcelona, este heredero directo de la legendaria familia florentina se ha especializado en recrear en sus novelas ambientes de otras épocas que envuelven tramas llenas de misterio en la que, a menudo, aparecen sus antepasados. Una laureada teleserie, protagonizada por Dustin Hoffman, que narra los años de esplendor de esta familia de banqueros, aristócratas, mecenas y papas les pone de actualidad.

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¿Queda algo por contar de los Médici?

No hay una forma sencilla de contar nuestra historia porque, si se investiga, tiene ramificaciones muy interesantes. Yo desciendo de Lorenzo el Magnífico y a la vez tengo antepasados de la otra rama Médici, la de Alejandro, duque de Florencia. Mis padres son primos; hay muchas uniones de la misma sangre.

¿Cómo lleva la mochila de su apellido?

Es pesada y, a veces, la quemaría. A veces vienen personas a casa y quedan impresionados. Yo llevo viendo eso toda la vida y me gustaría vivir en un lugar moderno y con cuatro cosas. Pero reconozco que el apellido facilita la vida.

¿Quiénes son los mecenas de hoy?

Se ha convertido en un negocio. Hay grandes colecciones y se comercia con ellas, se abren fundaciones, el arte se valora y se guarda allí donde es admirado. Pero el mecenazgo es ayudar a destacar a un artista con talento, y eso ya no se da.

¿Cuál es el papel de la aristocracia hoy?

Ninguno. Ahora todo el mundo tiene sus valores y su forma de ser. Si varios hijos de una familia heredan, unos duplicarán lo recibido y otros no. Los auténticos valores son lo que aprendes de tus padres, no el legado material.

Y como descendiente de papas, ¿qué le parece el actual?

Me gusta. Maneja muy bien las relaciones públicas, pero prefiero a Benedicto XVI: es extremadamente culto.

Su territorio como escritor es la ficción histórica. ¿Qué hay de real en ella?

El lugar de partida de mis novelas siempre lo es, y también muchos personajes. En mi obra La palabra perdida el hilo conductor es una tablilla de cornalina que vi en un museo y conecta varias épocas: Mesopotamia, Florencia y la actualidad, con las farmacéuticas peleando por la fórmula de la eterna juventud.

Parte de su novela transcurre en tierras de la actual Siria...

Una lástima de país, con gente amable que te invita al café sin conocerte. En Alepo coexistían sin problemas tres religiones: la judía, la musulmana y la ortodoxa. Y, de pronto, todo se envenena y ese respeto se pierde. Además, la situación de los refugiados es nuestra vergüenza como civilización.

Ha conocido decenas de lugares y ha acabado viviendo en España.

Pero cada día me pregunto cuál será el siguiente. Estoy muy a gusto, pero soy culo inquieto. He aprendido mucho en este país y la gente es encantadora, pero ahora hay cierta incertidumbre, por la cuestión política, así que… Tal vez Portugal…

¿A algún lugar no volvería?

No lo sé. Me fui de Suiza, donde pasé mi infancia, porque es un sitio aburrido, pero ahora no me importaría revisar esas raíces y ver a mis amigos de escuela.

Presenta documentales, ha sido diseñador, escribe… ¿Es muy Médici eso de hacer varias cosas a la vez?

Es que me interesa todo. Para la fórmula que describe el libro investigué los ingredientes de los guisos de la época, su origen y cómo se cocinaban, a partir de restos conservados en un ánfora…

¿Qué le disgusta del progreso?

El libro digital. Soy de la vieja escuela y me gusta pasar las páginas. Y también la dependencia social de la televisión.

¿Qué necesita para escribir? 

Estar solo. Y tener mi mesa de trabajo despejada.

¿Con qué literatura disfruta?

Me encanta la escandinava, Es más austera que la latina.

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