"El periodista debe fundirse con el entorno"

William Finnegan

Escritor y reportero especializado en zonas de conflicto para el semanario 'The New Yorker' desde inicios de los años ochenta, este neoyorquino del 52 ha obtenido el Pulitzer de Autobiografía por 'Años salvajes' (Libros del Asteroide), un recuento de viajes y experiencias formativas al hilo de su pasión por el surf.

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Ser profesor en una escuela sudafricana le cambió la vida.

Asistir de primera mano al apartheid me apartó del camino de la ficción, de mi sueño de ser un gran novelista. Me abrió los ojos a la necesidad de comprometerme políticamente a base de empaparme de las injusticias del mundo y darlas a conocer.

¿Qué sabiduría quisiera traspasar a los reporteros en ciernes?

Hay que mezclarse con la gente de la calle, sentarse discretamente en un banco y pasarse horas observando el trasiego cotidiano. Fundirse con el entorno. De las entrevistas formales uno no saca nada. Eso sí, todo reportaje necesita un protagonista en el que anclarse, sin él no hay historia.

¿Cuáles han sido sus protagonistas más inolvidables?

El editor de un diario de Mogadiscio con el que pasé mucho tiempo y a través de cuyos ojos pude retratar la situación de Somalia después de que las fuerzas de las Naciones Unidas abandonaran el país a su suerte en los noventa. Y una neonazi racista del sur de California que intentó pasarse al bando de los neonazis no racistas y acabó repudiada por todos.

¿Algún fracaso sobre el terreno?

Mientras estuve en Michoacán investigando a los cárteles de la droga nadie quiso hablar conmigo. Era demasiado peligroso.

¿Qué convierte el surf en una disciplina única?

Que estás solo en muchos sentidos. Debes aprender por tu cuenta, sin entrenadores, y en el mar no cuentas con socorristas ni amigos que te saquen de un apuro. No caeré en el tópico de decir que forma el carácter, porque he conocido a gente horrible entre la comunidad surfera, pero sí que te empuja a pensar en tus límites y a buscar recursos ante el peligro.

¿Qué estereotipo sobre los surferos yerra más el tiro?

Si bien es cierto que con frecuencia van fumados y algunos parecen vivir en un cuelgue permanente, son lo más parecido a los oceanógrafos: unos estudiosos meticulosos de todo lo que rodea al ejercicio de su pasión en un punto concreto, de la climatología a la orografía del lugar.

¿Cuál fue el mayor reto que le planteó escribir sus memorias?

Tomarse o no la licencia de compartir intimidades que implican a otras personas conlleva gran responsabilidad. Tuve que meditar qué incluir y qué sacrificar, a veces tras arduas negociaciones con los amigos. Las memorias son un género extraño porque te investigas a ti mismo. Las cartas recuperadas, las charlas con gente que pasó por lo mismo me confirmaron algo que la ciencia tiene muy asumido: que la fiabilidad de nuestros recuerdos es bajísima.

¿Cuál es el mejor filme sobre surf?

Ninguno le ha hecho justicia. En Aquel excitante curso que escribió Cameron Crowe, y protagonizó Sean Penn, al menos hay algo de verdad y puedes echar unas risas.

Su cita más mágica con las olas.

La viví en Honolua Bay, en Maui, Hawái.

Un paraíso para el surf.

Madeira. Hay olas maravillosas, pero exigen paciencia de santo.

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