"Soy celoso y sufro"

Diego el Cigala

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Confiesa el Cigala que ahora su prioridad es “estar pletórico”. En su nuevo disco, el cantaor de Lavapiés evoca su concierto en el Palau de la Música de Barcelona en el 2012. Vuelve el flamenco es un homenaje al desaparecido Paco de Lucía, “el sobrehumano de Algeciras”. Para sentirse aún más feliz, Diego Ramón Jiménez explica que decidió mudarse a la República Dominicana con su familia. “Allí puedo quitarme de todo lo que me pueda perjudicar”, asegura el seis veces ganador de un Grammy Latino. “El flamenco es una quimera, un estado de ánimo. El boxeador se preocupa por el peso y el cantaor tiene la paranoia de dormir. Para cantar debo estar relajado”. Con él, hace 23 años, su inseparable esposa: Amparo Fernández. “Es la mujer que más amo y me ha dado dos hijos maravillosos, Diego y Rafael. También ­tengo a Jonathan, de mi primera mujer”, detalla.

Fue De Lucía quien le unió a su esposa. “Él actuaba, y yo no tenía entrada. Amparo iba con una amiga, a la que convencí para que me dejara su ticket. Así que cogí de la mano a Amparo, entramos al concierto y así hasta hoy”, recuerda con su sempiterna sonrisa. Su esposa es, además, su mánager, “una responsabilidad fortísima, porque aguantarme a mí tiene tela”, reconoce este “autocrítico y autodestructivo” artista que, dice, en casa lleva los pantalones. “Dependo de Amparo, es como mi báculo, pero en mi casa hago lo que me da la gana. En mi hambre y en mi arte mando yo. Y punto”.

En la cama, además de descansar, le gusta “hacer deporte”: “Una relación de pareja sin sexo no es relación. El sexo con la pareja debe hacerse con mucho amor. No un pim, pam, fuego. Si no, te dan puerta al día siguiente”, afirma el Cigala, quien admite que antes de su paternidad su vida emocional era un “desastre”, ya que “sólo vivía por y para el flamenco”.

Para evitar la monotonía, este madridista acérrimo aconseja “dejar espacios por las dos partes”. Sin embargo, “aunque me llamen machista, mi esposa es mía y no quiero que salga de copas por ahí. Si sale es conmigo. Eso sí, yo salgo con mi amigos”. ¿Celoso? “Sí, y sufro. Si el hombre no tiene celos es porque pasa de su mujer”. De su experiencia con el sexo femenino ha aprendido que “no hay que fiarse. Llevo 23 años con mi pareja y es la única persona por la que pondría la mano en el fuego y no me quemaría”. Pero es taxativo en cuando a la violencia de género. “El respeto es esencial. A estos individuos yo los dejaría fuera de la sociedad. El que no quiera vivir con esa persona, ciao, que Dios te guarde y a mí que no me olvide. Pero el maltrato, nunca”.

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