“Valoro que vayan de cara”

Laia Sanz

Piloto de motos, 18 veces campeona mundial de trial y enduro

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A sus 31 años, esta piloto de Corbera de Llobregat (Barcelona) ya es la motociclista más laureada de la historia, con 18 títulos mundiales en su poder. Lejos de adoptar una postura altiva o conformista, sus ganas de mejorar son su constante motivación. Así ha sido en su histórica participación en el Rally Dakar, donde ha finalizado siete ediciones siendo la primera mujer en pasar la meta. Pero en el rally más duro del mundo ha tenido que lidiar en otros frentes, más allá del deportivo. “Hay chicos jóvenes que cuando salen de casa tantos días para ir al desierto se vuelven pesaditos”, señala, refiriéndose a los discutibles piropos a destiempo.

Reconoce que “los hombres tienen mucha importancia en mi vida, en especial la figura de mi padre, ya que estoy donde estoy gracias a él, a su pasión por las motos. Me ha enseñado muchos valores, y le estoy muy agradecida, aunque cuando era más joven me costaba entenderlo porque era realmente muy estricto”, recuerda.

“¿Lo que más valoro de un hombre? ¡Que vaya de cara! Que sea humilde y buena gente”, confiesa esta acérrima lectora de Ken Follett. Aunque se considera una romántica, revela que su interés por los chicos despertó mucho después que las motos. “Fui bastante de efectos retardados. Cuando ya tenía edad para salir, en lugar de ir con chicos lo que ocupaba mi mente era correr en moto. Era bastante inocente”.

Su frase preferida y su lema es: “Quien tiene la voluntad tiene la fuerza”, y en su caso esa idea se convierte casi en un mantra. Aun así, y a pesar de su dentífrica sonrisa, no consigue ocultar su profundo malestar ante la diferencia de sueldos entre géneros. “Que los chicos cobren más por hacer el mismo trabajo es algo que no comprendo”. Esa discriminación todavía la vive en primera persona en el Dakar. “El ganador en categoría masculina recibe 25.000 euros, y la primera chica recibía 3.000 euros. Ahora lo han cambiado y son 5.000”.

En su caso, además, sufrió segregación en el propio equipo. “En KTM ya no, pero antes el resto del equipo viajaba en clase business y yo no. Ahora me parece algo paranormal y agradezco tener las mismas condiciones. Aunque hay que añadir que en el mundo del motor existe también cierta discriminación positiva: a mí me ha ido bien porque me ha costado menos encontrar patrocinadores”. Algo habrá ayudado su currículum… “Bueno, sí”, admite con humildad.

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