"También hay buenos cuidadores"

Nely Reguera

Cineasta y profesora

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Feliz de los reconocimientos conseguidos por su ópera prima, María y los demás, la hasta ahora cortometrajista Nely Reguera (Barcelona, 1978) forma parte del grupo de directoras que eclosiona estos días. “Falta mucho para llegar a la paridad, pero ahí estamos. Al final se trata de ampliar los puntos de vista, lo que siempre es interesante. Debe haber películas hechas por hombres y otras por mujeres, igual que es necesario que haya suficiente espacio para que trabajen los directores mayores y también los que acaban de llegar”.

La protagonista de su película, la María del título que interpreta Bárbara Lennie, ejemplifica a la mujer cuidadora; la que se hace cargo de su padre mientras está enfermo y se siente rechazada cuando este rehace su vida con otra mujer tras sanar. “La mujer sigue siendo la encargada de organizar la casa y mantener a la familia unida; un trabajo ni agradecido ni reconocido en la mayoría de los casos. Eso también está siendo revisado con gran lentitud, como todo lo que tiene que ver con la educación y la costumbre. Pero no tenemos predisposición genética para ello, evidentemente. Hay hombres que se manejan muy bien cuidando de los demás. Aunque, por lo que me cuentan los espectadores, una de las escenas del filme está muy lograda: aquella en la que uno de los hermanos de María no sabe dónde poner un pastel en la cocina familiar. Para muchos hombres, allí donde hay cacerolas es territorio comanche y se pierden en él. Hay varones que exigen ser cuidados, otros que se dejan cuidar y otros que no lo desean, pero son los menos”.

Critica la presión social sobre la mujer sin pareja ni hijos, “aunque a ellos también les sonrojan comentarios de abuelas y tías si no tienen novia a cierta edad”. También es injusta la autoexigencia femenina por hacer las cosas mejor que ellos, “como unas recién llegadas que deben conquistar su lugar. Eso no les ocurre a las más jóvenes. Mis alumnas son chicas con carácter y ganas de comerse el mundo. No tienen estas rémoras. Las de mi generación hemos tenido que ganar seguridad con los años”.

En cambio, explica, sus coetáneos masculinos están más perdidos “porque se permiten mostrar un lado más sensible, antes impensable, y les genera confusión”.

Le disgusta “el tonillo machista que emplean a veces”, así como que “no sepan que los trapos de cocina no son intercambiables y cada uno sirve para una cosa, aunque lo del bricolaje se les da de maravilla; tienen más tendencia hacia ello que nosotras”.

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