"México aún no ha explicado toda su historia"

Diego Luna

Actor desde los ocho años, saltó de televisión al cine, pasando por el teatro, pero ha sido en la gran pantalla, con aquella premiada ‘Y tu mamá también’ (2001), la que ha hecho del mexicano Diego Luna toda una estrella en Hollywood. A sus 39 años, tras varios trabajos como director y su entrada en la saga ‘Star wars’, protagoniza ‘Narcos: México’, la exitosa, y polémica, serie de Netflix.

Vertical

La conversación con Diego Luna es rica por diversa; tan pronto deja escapar una risa contagiosa, generalmente al hablar de sus hijos, a los que menciona constantemente, como se pone serio al referirse a la situación de su país, tan relacionada con cuanto se está viendo en la serie de Netflix Narcos: México, de tal alcance que ya tiene firmada una segunda temporada. En ella interpreta al sanguinario Miguel Ángel Félix Gallardo, de mote el Padrino, manipulador capo de soterrada elegancia dentro de su vileza. Es, sin duda, el papel más complejo de la ya larga carrera de este mexicano que conserva cierto encanto adolescente pese a tener un pie en los cuarenta. Ganar el premio de interpretación en Venecia por la excepcional Y tu mamá también de Alfonso Cuarón, a medias con su amigo de la infancia Gael García Bernal, le lanzó internacionalmente en el 2001. Desde entonces, aunque no descuida el trabajo en su país, en especial en el teatro, es presencia constante en grandes producciones bajo palio de Hollywood y a las órdenes de Spielberg, Kevin Costner o Gus Van Sant. O en películas con aureola como Rogue One: una historia de Star Wars. Nunca se sabe, porque “los actores parece que lo sabemos todo y siempre queremos estar en el centro de ese todo”, pero parece un tipo feliz.

"Fui actor contra los deseos de mi padre, escenógrafo, que echaba pestes de todos ellos. Si algo no quieres que hagan tus hijos, ni lo pienses: la ley de Murphy te fastidiará. Ahora me pasa con los míos"

Decía usted de joven en este dominical: “Gael y yo jamás pensamos que él acabaría rodando con Almodóvar y yo con Spielberg. Sólo queríamos ser futbolistas y tener novias exuberantes”…

(Risas) ¡Qué nostalgia me da al escuchar eso! Lo sostengo todo, por supuesto. Lo del fútbol y lo de las novias exuberantes, aunque eso era una broma que nos hacíamos. Acabé siendo actor contra los deseos de mi padre, escenógrafo, que siempre echaba pestes de todos ellos. Bueno, pues si algo no quieres que hagan tus hijos, ni lo pienses, porque la ley de Murphy se encargará de fastidiarte. Ahora me pasa con los míos. Yo he sido del Barcelona de toda la vida, pues me salieron del Madrid y lo tengo que digerir. Traté de convencerlos ahora que no está Cristiano Ronaldo, y ni por esas…

¿Qué fue de aquella despreocupación con la que se expresaba a los 25 años?

Ya no está. Eso pasa cuando empiezas a darte cuenta de que mucho de cuanto ocurre en el mundo en el que vives no te gusta nada. Entonces, en aquel momento, yo estaba viviendo un cambio que es el que ha marcado mi vida, gracias al éxito de Y tu mamá también que fue lo que me decidió a profundizar en mi trabajo como actor y lo que supone: conocer mundo, encontrarme con gente diversa, vivir experiencias enriquecedoras y no mirar atrás porque si quería apostar por mi profesión debía hacerlo así. Tenía una sensación de libertad que ahora no tengo. Siempre he estado muy próximo a mi familia y amigos aunque estuviera en la otra punta del mundo, pero ahora cada decisión que tomo está relacionada con mis hijos.

¿Y no cree que, a la hora de elegir, eso simplifique las cosas?

Sin duda. Por un lado es un alivio y te aleja de lo que realmente no quieres hacer porque sólo estás dispuesto a sacrificar tu tiempo por algo que merezca la pena, pero también aparece esa sensación de estar amarrado. No hay problema porque lo he elegido así. En realidad no tengo la sensación de haber perdido algo sino de haberlo encontrado más bien, sin saber siquiera que lo estaba buscando.

¿Qué se hace con esos sentimientos tan positivos cuando hay que interpretar a un tipo sanguinario y sin escrúpulos como el que encarna en Narcos?

Podría decir que apartarlos, pero no es del todo cierto. La realidad es que esta historia también tiene mucho que ver con mis hijos, con mi familia y con mis seres queridos. Porque vivimos en este país que es nuestra casa y que creo que no le ha contado al mundo su historia del todo. Oigo hablar a personas en el extranjero sobre México y lo hacen con un gran romanticismo. Y, en efecto, tiene esa belleza, esa riqueza en términos culturales, esa buena onda con la gente que lo visita, pero detrás de todo eso están su desafortunada posición y su falta de coherencia en el trato al tráfico de drogas y las adicciones. Esto, en los últimos doce años, deja detrás una cantidad absurda de dolor, de pérdida, de cicatrices que costará mucho que sanen. Hacer esta serie es poner todo esto en el escaparate internacional, asegurarnos de que se hable de ello y de que los que consumen droga sepan las barbaridades que ocurren para que llegue a su nariz, a su cartera o adonde sea.

¿Por qué son personajes tan carismáticos en pantalla? ¿Entiende que lo son en realidad?

Son muy ricos para interpretarlos porque son villanos y víctimas a la vez, y representan al pueblo, pero están por encima de él. Es muy complejo tratar de entenderlos porque son extremadamente contradictorios. Ha habido muchos trabajos sobre ellos en los que se les ha retratado con irresponsabilidad, como si fueran héroes. Esto es muy peligroso. Esta serie pinta un panorama; no muestra al narco malo perseguido por el policía bueno. Lo que se cuenta es cómo se creó una organización criminal en los ochenta en mi país, que aprovechó su situación geográfica para montar un sistema de distribución de drogas que invo­lucraba y sigue involucrando a las más altas esferas de poder porque sin la participación del Estado esto no podría llevarse a cabo.

"Los criminales no son sólo mexicanos. Hay muchos estadounidenses con buenos trajes a los que la droga está haciendo inmensamente ricos"

¿Tal es su complejidad?

Sin duda. De hecho, se cree que los grandes capos trabajan para alguien más. Nos han hecho creer que se agarra a un narco, se lo mete en la cárcel y se soluciona el problema mientras no haga un túnel y se escape, y todo el entramado es mucho más complejo porque todos estos personajes son reemplazables. Lo que funciona es el sistema perfectamente organizado que ha corrompido a la sociedad mexicana y a las estructuras de poder. Pero esto no pasa sólo a un lado de la frontera; pasa a ambos lados; si no, sería imposible que funcionara. Los criminales no son sólo mexicanos. Hay muchos estadounidenses con buenos trajes tomando decisiones que tienen muy poco interés en que el negocio acabe porque se están haciendo inmensamente ricos.

Esto Donald Trump lo sabría…

Desde los ochenta. Como tantos personajes también de la política mexicana. Y ahí siguen. Y si no, están sus hijos. El nivel es tal que tiene que haber una voluntad política para que todo opere; envolviendo a la policía, a los jueces y fiscales, a cargos públicos. Pero en mi país, porque la situación era ya insostenible con el PRI, el sistema se vino abajo y, en lugar de mejorar todo, entramos en confrontación directa unos con otros, y las cifras de muertos son tales que se podría hablar de crisis humanitaria. Son muchísimas las vidas perdidas por esto.

"Asumo que fui de esos arrogantes liberales de izquierdas que creyó imposible que ganara Trump. Me impactó y creí que habría una respuesta inmediata, que no ha sido como yo pensaba"

Vive gran parte del tiempo en Estados Unidos. ¿Entiende el fenómeno de este presidente norteamericano?

A mí me llegó por la espalda. Tengo que asumir que fui de esos arrogantes liberales de izquierdas que creían imposible que pasara lo que pasó, y, cuando ganó las elecciones, me impacto muchísimo, pero me tranquilizaba pensar que habría una respuesta inmediata en su contra dentro y fuera de Estados Unidos. Y la ha habido. Pero no de la magnitud que yo esperaba. En las últimas elecciones parciales no estaba claro que no fuera a ganar. Es aterrador. Pero como lo que ocurrió en Brasil y en las elecciones colombianas o con el Brexit. Es muy preocupante cómo el discurso y las posiciones se están polarizando y radicalizando cada vez más. Ya no hay espacio para los matices. Esto es un “o estás conmigo o estás contra mí”. Y eso es lo más peligroso.

¿Qué cree que pasa por las mentes de los integrantes de esa cadena de migrantes que atraviesa su país rumbo a la frontera con Estados Unidos?

No lo sé. Sólo trato de imaginar de qué están escapando para considerar que allí donde no los van a querer y los van a maltratar van a estar mejor que donde estaban. Si te detienes mucho a reflexionar sobre qué está pasando, la realidad te alcanza. Conocí al poeta Javier Sicilia, que perdió un hijo por culpa de la violencia que nos invade y es activista en defensa de las víctimas, en una reunión con familiares de estas, mientras escuchaba sus testimonios, y me dijo: “Deja que sea nuestro dolor el que te mueva y haz algo. No esperes a ser una víctima y a que te pase a ti”. No podemos perder la capacidad de asombro y empatía por lo que les ocurre a los demás. Y lo de la caravana me hace pensar en eso.

Ha habido compatriotas suyos que la han denostado.

Hemos pasado años reclamando a Estados Unidos por como recibe a los mexicanos que se van del país porque no tienen oportunidades, y llegan a México otros que también huyen y se escuchan voces de intransigencia basadas en el miedo a perder lo poco que se tiene. Puede que no haya maldad, sólo temor, pero es tremendamente peligroso, y hay que reaccionar contra todo esto ya. Y para eso es importante que podamos contarnos nuestras historias y no dejar de hacerlo; ese es el valor añadido del trabajo que hago. Por eso me gusta tanto.

¿No se pierde la fe en el ser humano al ver estas cosas?

No. Lo veo en mi trabajo. Cuando la historia te la cuentan bien no hay forma de que no te conmueva; hay que cambiar la narrativa para que nos vuelvan a afectar; para que las historias de los vecinos nos parezcan nuestras. Ahí hay mucho trabajo por hacer. Creo mucho en el poder y la fuerza del ciudadano y en su responsabilidad, que es lo único que nos queda cuando, como en mi caso, perdí por completo la esperanza en la clase política. Tenemos que ponernos de acuerdo y lograr cosas juntos. Y eso hay gente que lo entiende como debilidad. La apatía y el no involucrarse en un proyecto común es lo que más nos aleja de la verdadera libertad.

"No podemos perder la capacidad de asombro y empatía por lo que les ocurre a los demás. El drama de la caravana me hace pensar en eso"

¿Conciliar es un verbo cada vez más difícil de conjugar?

Sí, pero no hay otra forma de salir adelante. Se trata de trabajar mano a mano con el que piensa como tú, pero también con el que está enfrente, porque todos nos despertamos en el mismo lugar. A mí lo que preocupa es la radicalización y la descalificación inmediata porque el inicio de la violencia está ahí.

¿Dónde encaja en todo esto haber conseguido ser un nombre importante en Hollywood?

De una forma muy natural. Tengo muchos amigos actores que tratan de ejecutar su plan para hacerse un hueco en Estados Unidos. Nunca tuve esa paciencia de llegar allí, tocar puertas y hacer fila para el casting después de que te hubieran vapuleado un poco los de inmigración al entrar en el país. Nunca puse todas mis expectativas en una industria que no conocía ni me conocía. En México, Gael y yo abrimos una compañía para producir películas, actuar y también para que dirigieran otros o incluso nosotros. Con completa libertad, algo que valoro muy por encima de cualquier idea de éxito, y, de pronto, empezaron a llamarme para cosas que estaban pensadas para mí, no para uno entre cientos que llegan a unas pruebas. He tenido esa inmensa suerte y me he ahorrado tiempo y frustraciones.

¿Había pensado alguna vez que llegaría a ser un personaje en la saga Star Wars?

Entiendo que parece que, en Hollywood, es como “lo más”. No es que no valore haber protagonizado Rogue One: una historia de Star Wars, porque jamás un trabajo mío había tenido tal proyección hasta ahora que, gracias a Netflix, Narcos es vista por una cantidad incalculable de personas. Pero el foco de mi vida no está en Hollywood.

¿Dónde estaba todo ese talento mexicano que ha situado a sus cineastas en lo más alto?

Escondido, formándose y esperando su momento en un país al que le pasan muchísimas cosas muy rápido y no son buenas, pero sirven para inspirar a los creadores y desatar un enorme deseo de vomitar nuestras miserias, conectar con otros que te ayuden a hacerlo y llevar nuestras historias al cine. Por eso aparecen estas voces tan poderosas, que se han ido gestando durante décadas, como Cuarón, Iñárritu o Del Toro.

A un año de cumplir los 40, ¿por dónde cree que van a ir los tiros de su vida?

Ahorita que me recordaste mi dura realidad y que dentro de nada cumpliré 40 años –agradezco el detalle, dudaba si me bebía una copa o no y pues me la voy a tomar– pienso que lo que más me emociona es hacer teatro, el contacto con el público. Ahí me veo como actor para siempre; viviendo esa magia cada noche, con la gratificante sensación de que controlas lo que haces en el escenario. Lo mejor de mi profesión es que hay personajes que tengo que esperar diez años para poderlos hacer y muchas historias que contar que aún no me han pasado. Cuando más aburrido estaba de actuar nacieron mis hijos y de pronto tenía algo nuevo que compartir: un amor que no conocía. Pienso que eso me va a seguir pasando a poquitito que tenga algo de suerte.

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