La mujer que llevó al hombre a la Luna

Margaret Hamilton

Pionera de la ingeniería de Software, Margaret Hamilton fue la responsable de desarrollar los programas informáticos para guiar la misión que llevó a Neil Amstrong a pisar la Luna. Ha dedicado 60 años a su trabajo, pero, aunque podría serlo, no va de gurú de la tecnología.

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La mujer que llevó al hombre a la Luna. Así se suele presentar a Margaret H. Hamilton (Indiana, EE.UU., 1936) porque fue la responsable de desarrollar el software de navegación a bordo, del alunizaje y del módulo lunar del Apolo XI, así que su contribución fue vital para que Neil Armstrong pudiera pisar la Luna hará 50 años en el 2019. Pero las capacidades de esta mujer jovial despuntaron mucho antes, pues ya se encargó de un plan de explotación turística de una vieja mina de Michigan ¡antes de los 15 años!

Se licenció en Matemáticas y dio clases para mantener a la familia mientras su marido acababa los estudios (en los años cincuenta del siglo XX). Enseguida entró en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) para trabajar en informática, empezando por programas de previsión meteorológica de manera bastante autodidáctica. Desarrolló software del sistema SAGE de defensa aérea militar, para radioastronomía y para incipientes drones.

En el MIT, dirigió el área de ingeniería de software y fue responsable de este ámbito en varias misiones del programa Apolo y de la primera estación espacial, Skylab, de la Agencia Espacial Estadounidense (NASA). A Hamilton se atribuye el término ingeniería de software y el desarrollo inicial de la disciplina. Hasta entonces, ni entre los ingenieros del MIT se conocía ni valoraba la creación de códigos de programación, y la mayoría de los informáticos de la época trabajaban, por ejemplo, cada uno en un sólo tipo de sistema. Incluso un jefe suyo creía que software quería decir ropa ligera (softwear), explicó la científica computacional cuando fue investida doctora honoris causa de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) hace dos meses en Barcelona (cuando se hizo esta entrevista).

El software escrito para la NASA dio pie a métodos y programas para muchos usos. A partir de 1976, Hamilton (adoptó el apellido de su exmarido, el paterno es Heafield) fundó varias empresas y desarrolló el lenguaje universal de sistemas y otros productos. A sus 82 años aún va a trabajar cada día a su compañía en Cambridge (Massachusetts), donde vive.

Su trabajo siempre se ha centrado en crear instrucciones para los ordenadores que les permitan hacer las tareas de manera muy fiable, hacerlos capaces de prevenir y reaccionar ante cualquier situación excepcional o error. En la UPC, Hamilton se refirió a sus “¿y si...?”, que ya se planteaba de niña con su padre y su abuelo y trasladó como una constante a su trabajo. Y se vio que todavía le brillan los ojos al hablar de que muchas veces en informática tuvo que ser creativa y “hacer lo nunca antes hecho” y sobre su “fascinación por los errores”, por entenderlos. Se nota que disfrutó y disfruta desafiando a su inteligencia.

¿Cómo, a los 21 años, empezó a desarrollar software, algo que ni existía?

A veces llamamos a las cosas nuevas, pero si miras atrás ves inicios de esos conocimientos. Este fue un caso. Aún recuerdo en el MIT, cuando alguien habló de hacer un curso de lo que habíamos empezado a llamar software. “¿Pero, qué dices?”, respondieron otros. Pero siempre hay inicios… nunca vas y creas un campo nuevo de la nada, aunque se piense que así es.

¿Entró en un proyecto porque descifró un programa muy difícil, con indicaciones y comentarios en griego antiguo y latín?

Eso fue en el sistema SAGE. Yo había estudiado latín, pero no sabía mucho. Era un divertimento a costa de los principiantes.

Cuando supo que el MIT buscaba a especialistas para un programa espacial de la NASA se presentó y la contrataron ese mismo día. Ese trabajo, el de SAGE..., debían de ser clubs de hombres, ¿cómo reaccionaban al solicitarles empleo una mujer tan joven e inteligente?

Ellos eran hombres inteligentes y creativos y estaban interesados sobre todo en lo que yo había hecho. Mis primeros trabajos me supusieron hacer cosas que nunca antes había visto, y ellos estaban interesados en saber cómo había superado los desafios, cómo había planteado tal problema de matemáticas o de física, como los resolví...

Pero ¿eran clubs de hombres?

Sí, cuando empecé en el programa Apolo todos eran hombres. Fui la primera mujer contratada. Más tarde, cuando asumí un puesto director, alguien dijo: “Eh, eres la única mujer aquí”, y realmente no había pensado antes en eso, me fijé entonces.

¿Se ha sentido alguna vez discriminada por ser una mujer?

¡Ha pasado tanto tiempo…! Una vez estaba en una conferencia sobre software con unos cuantos hombres y uno dijo: “Oh, si quieres irte de compras…”. Mis amigos se partían, lo usaron durante mucho tiempo para burlarse de mí. A ellos les chocó igual que a mí el comentario, porque me conocían. Cosas como estas me sucedían, sí.

“Cuando alguien dice ‘¿cómo podemos pagar a las mujeres igual que a los hombres?’, mi respuesta es ‘empezad a pagarles igual, no preguntéis cómo hacerlo, hacedlo’”

Cosas así y peores ocurrirían a todas las que, como usted, fueron pioneras en ámbitos en que había pocas mujeres…

Sí, pero es curioso, porque hay cosas de hoy que me parecen peor para las mujeres… Las cosas les pueden ir mejor... o peor. Pueden llegar a una posición de liderazgo como la dirección de una empresa o ser presidenta de un país o todo lo contrario. Por eso, cuando alguien sale y dice “qué podemos hacer para ayudar a las mujeres a conseguir la igualdad”, por ejemplo, “¿cómo podemos pagar a las mujeres igual que a los hombres?”, mi respuesta es “empezad a pagar a las mujeres igual que a los hombres, no preguntéis cómo hacerlo, hacedlo”. Sé que no es fácil de resolver, pero todo el mundo debe hacer un esfuerzo para la igualdad de beneficios, de salarios... Hay que hacer más. Veo los anuncios de la televisión y siempre muestran a mujeres haciendo “trabajos de mujeres”, veo el trabajo de las mujeres en el hogar… Y pienso “este es el problema, es endémico en nuestra cultura” y hay que combatirlo para erradicarlo. Es verdad que quienes están en el poder deben hacer más, pero, por ejemplo, la publicidad, ¿quién la hace? Cada uno podemos hacer algo a nuestra escala. (Retomará el tema al despedirse, para darle un zasca a esta periodista por dar por sentado que el simpático y venerable señor que la acompaña es su marido).

Con la tecnología actual casi todo parece posible, pero cuesta imaginar cómo, hace más de 50 años, se planteó enviar a personas a la Luna… Sería un desafío colosal.

La estructura de organización empezó bastante informal, pero aprendes de los errores, evalúas los riesgos que has corrido para que no se repitan, haces reajustes. Éramos gente del MIT y de la NASA y era algo así como una negociación entre equipos del tipo: “¿Margaret, puedes hacer este cambio aquí en el software?”. Y yo respondía: “No puedo, está demasiado cercana la fecha de la misión”, porque teníamos esa presión. Y luego yo tenía que ir y decir: “¿Puedo hacer esto?”. En el punto medio entre todos estaba lo que funcionaba. Además, estaba mi grupo de software, el de hardware, la gente de la misión… Tuvimos que aprender a trabajar los unos con los otros y la estructura se fue sofisticando. En el grupo de software trabajábamos en varias misiones, cada cosa debía tratarse con los distintos supervisores para ver si era posible, que no retrasara la misión. Cada vez incluíamos más reglas para hacer el software más seguro y había que asegurarse de que todo el mundo las conocía y cumplía… Así que empezamos con el “hey, ¿puedes poner esto aquí mañana?” y acabamos con que cada cosa debía aprobarse, probarse, hacíamos pruebas antes de las pruebas oficiales… Una noche incorporé una cosa al programa y al día siguiente un montón de gente hacía cola en mi puerta porque en las simulaciones todo había fallado...

¿Dirigía un equipo muy grande?

Había una gente que dependía de mí, unas 200 personas, y luego especialistas “invitados”. El equipo se volvió cada vez más complejo. Al principio, siempre había quien acostumbraba a decir “oh sáltate esto del código, ve directo a…”, pero comprendimos que no se podía hacer, porque entonces algo fallaba. La ingeniería de software empezaba aquí, y debíamos hacer un software seguro, inteligente, programas capaces de prever cualquier problema, de captarlo en tiempo real y corregirlo. Por ejemplo: ¿y si un astronauta aprieta un botón que no debe?

Sus “¿y si...?” quizá salvaron la misión del Apolo XI. Porque tres minutos antes del alunizaje, el sistema informático de a bordo señaló dos alarmas y durante un instante ni en el módulo ni en el control de la NASA se sabía si continuar o abortar la misión. El equipo de Hamilton identificó los avisos como acciones y correcciones programadas por ellos: el sistema se había sobrecargado (por un radar que el control ordenó conectar antes de hora al astronauta Buzz Aldrin) y automáticamente dio prioridad a las tareas importantes y pedía reconfirmación: algo así como “¿está usted seguro de que desea alunizar?”. “¡Apretad la tecla!”, les dijeron a los astronautas desde Houston. Y alunizaron.

¿Es cierto que se llevaba a su hija al trabajo y que alguna de sus travesuras le inspiró para incorporar algunos de esos mecanismos “¿y si...?” en el software?

Sí, es cierto. ¡No puedo creer que alguna vez contara esto! Pero sí, fue así.

¿Al trabajar en las misiones Apolo tenían ustedes la sensación de que estaban dando un gran paso para la humanidad?

Nos lo tomábamos muy en serio porque teníamos que crear todo el programa, había que cumplir plazos, trabajábamos día y noche, pero nos divertíamos, supongo que también para aliviar el estrés. Pero sí, ciertamente sabíamos que trabajábamos en algo que se hacía por primera vez, muy serio. Y eso que éramos muy jóvenes, los de software, la mayoría estábamos en la veintena cuando empezamos.

¿Es partidaria o contraria a que haya una nueva misión tripulada a la Luna?

No estoy a favor ni en contra. Si aporta algo a la ciencia y al descubrimiento sobre nosotros o el mundo y no se trata sólo de política y tirar el dinero… si realmente se trata de conseguir algo científicamente valioso, entonces hagámoslo.

¿Le sorprende cómo ha evolucionado la informática, cómo es omnipresente en nuestra vida? ¿Lo pensaba hace 40 años?

Que estuviera tan extendida, probablemente no. No, no sospechábamos que tomara el control de la manera que lo ha hecho.

“Me parece muy interesante que de los militares que he conocido de cierto rango, la mayoría creía que trabajaban por la paz”, dice sobre el uso militar de los hallazgos científicos

¿Qué opina de la tecnología actual, de las grandes compañías que dominan el sector, de los gurús de Silicon Valley? ¿Se siente parte de ese mundo?

No es algo en lo que me sienta implicada, me concentro en mi campo, la ingeniería de software, y en cómo seguir logrando que se haga mejor, no quedarse parados en el paradigma tradicional, extender el paradigma preventivo. Una minoría está concentrada en para qué se usa el software, pero si quieres tener un software para grandes productos, hay que trabajar en mejorarlo. Sea para inteligencia artificial, ciberseguridad o lo que sea, tienes que tener el software adecuado para sistemas así. Yo, en mi empresa, nos concentramos en las mejores técnicas para hacer el software más fiable en el producto que sea.

¿Sigue trabajando cada día?

Y por las noches y los fines de semana... Cuando estás desarrollando no puedes parar. Cuando trabajo en algo puedo despertarme en mitad de la noche y pensar que tengo la solución. Como todos mis colegas.

¿Lamenta haberse perdido algo en la vida, absorbida por su trabajo?

Por supuesto. ¡Todas las cosas que no hice! Es difícil de responder… porque cuando eliges tu camino, ¿cómo sabes lo que vas a perderte? Lo eliges en parte porque te gusta, porque era lo mejor que podías hacer en ese momento, a veces por necesidad... A veces no sabes que harías una cosa hasta que la pruebas.

¿Cuando era una joven estudiante, ya se hacía preguntas y no sabía si hallaría una mejor respuesta en las matemáticas o en la filosofía, y por eso estudió ambas?

No; es que creo que están fuertemente conectadas. Las matemáticas de contar quizás no, pero en el ámbito de la lógica, de las matemáticas abstractas, se acercan mucho: cuando descubres nuevos caminos para hacer algo, llegas a sitios adonde no se había llegado, cuando debes decidir… Además, mi padre era filósofo, y mi abuelo, también.

¿Tiene nietos? ¿Les riñe por estar enganchados al teléfono móvil o la consola?

Tengo bisnietos, pero no les riño nunca. Es otra generación, nosotros no tenemos tan a mano estos dispositivos como esta nueva generación.

“La gente se asusta ante la inteligencia artificial como lo estaba ante los primeros ordenadores y qué podrían hacer; el mismo tipo de argumentos”

Pero usted ha estado envuelta toda su vida en la tecnología. Aunque hoy se haga un uso constante, masivo…

Hacer tecnología es diferente a usarla. Hoy, antes que citaba la inteligencia artificial, se está volviendo a los inicios de la informática, cuando la gente temía que los ordenadores tomaran el control. La gente se asusta ante la inteligencia artificial como lo estaba ante los primeros ordenadores y qué podrían hacer. El mismo tipo de argumentos, que pueden ser peligrosos, todo eso… Una vez nos invitaron a una conferencia sobre tecnología a algunos Nobel y a mí, en plena guerra fría, y muchos, gente muy inteligente, decían que la tecnología era peligrosa, que cualquiera la puede usar para hacer cosas malas. Sí, buenas y malas, depende de cómo la uses. Cuando oigo las discusiones de ahora me llevan otra vez a esa época. Nuevas cuestiones y enemigos, pero reinventamos los mismos motivos.

¿Siente que no se ha valorado su trabajo?

La NASA reconoció nuestro trabajo (el de algunos científicos y técnicos) oficialmente en el 2003, pero no nos importaba. Nunca pensé: “Oh, no me han dado una distinción”. Lo pasamos bien descubriendo cosas nuevas, resolviendo problemas. Cuando una persona está en una compañía a lo mejor busca un reconocimiento, dinero, eso nunca ha estado en mi mente, sino cómo voy a resolver este problema que me vuelve loca, y cuando lo resuelves eres feliz. Cómo encuentro este error en este software. Eso llena mi cabeza.

¿Alguna vez se sintió incómoda por que su investigación podía tener uso militar?

Yo era pequeña, pero en la Segunda Guerra Mundial, los motivos para justificar ir a la guerra, en la que hubo muchos muertos, eran que se luchaba por la paz, para que a la humanidad no le ocurrieran ciertas cosas. Desde el punto de vista de la investigación, trabajamos en conseguir un mejor software que, es verdad, podía ser usado para la paz o para la guerra. Me parece muy interesante que los militares que he conocido de cierto rango, probablemente la mayoría de ellos, creían que trabajaban por la paz. No es un asunto simple de en qué trabajas o no o que dependa de cómo te educaran en tu familia.

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